La primera visita a España de Aleister Crowley

Llegando a los últimos suspiros del siglo XIX, Aleister Crowley era miembro de la Hermetic Order of the Golden Dawn, una organización ocultista de magos y alquimistas que supuso en la formación esotérica de Crowley una etapa muy importante de su vida. Sin embargo, todas las bases por las que estaba regida Golden Dawn no eran para el mago negro suficientemente claras y precisas. Este enfoque de lo ya establecido no tardó en traerle problemas dentro de la organización, siendo su expulsión la consecuencia de ello.
En los primeros años del nuevo siglo, Aleister Crowley y su amigo George Cecil Jones decidieron continuar con el mundo de lo oculto, creando su propia sociedad bajo el nombre de Argentinum Astrum. Una continuación de Golden Dawn, pero en esta ocasión hecha a imagen, semejanza y pensamiento de la gran bestia 666. 

El primer año de existencia de Argentinum Astrum supuso en Crowley un enorme desgaste. El mago negro había digerido en su orgullo la expulsión de Golden Dawn volcándose en asentar las bases de un pensamiento esotérico basado en la evolución espiritual de la humanidad. Un enfoque que repercutía en el intelecto de todo hombre y mujer en su afán por disfrutar de su libertad.
Sin embargo, Crowley no se sentía del todo satisfecho, necesitaba tomarse un profundo descanso y distanciarse un tiempo de todos los esfuerzos vertidos en gestionar Argentinum Astrum. Seguir descubriendo el mundo, afrontar otras culturas, conocer a otros hombres, transitar la tierra de sus caminos y comprender el espíritu que los encarna para seguir ampliando sus conocimientos y esculpiendo sus teorías era para Aleister Crowley una necesidad fundamental en sus propósitos.  

El verano de 1907

Durante el verano de 1907, Aleister Crowley, acompañado de su venerado amante y fiel amigo, el poeta y escritor Victor Neuburg, decidió, tras un largo viaje por Francia, abordar la visita a la península ibérica. 

España suponía para Crowley un gran misterio desde su época de estudiante en Cambridge. Allí había conocido y establecido excelentes relaciones con exiliados carlistas, escuchado un sinfín de historias de sus extraordinarios monumentos fruto de las tan numerosas y diferentes culturas que habían poblado las tierras españolas, sus mestizas gentes, su rico y abundante vino, su folclore…  
¡Todo le sonaba a pura magia!

Como extraordinario alpinista que era, Crowley pretendía cruzar a pie de norte a sur toda la península hasta llegar a África. Por el contrario, su amigo Neuburg estaba muy lejos de semejante propósito y fue durante todo el viaje una carga extra, protagonizando diferentes procesos febriles y múltiples problemas físicos que entorpecieron las primeras expectativas creadas por ambos. Las diarreas, los problemas musculares y la insana fragilidad mental estuvieron presentes casi en cada paso. 

Problemas con las autoridades españolas

Durante su estancia en España, Crowley y Neuburg fueron continuamente observados con cierto temor, principalmente en las zonas rurales de montaña, donde sus gentes no estaban familiarizadas con excursionistas extranjeros. 
Era una época convulsa en nuestro país, donde la represión y los atentados anarquistas hacían mella en una sociedad que todavía no había establecido con firmeza las bases de su desarrollo.

Ambos protagonistas eran continuamente confundidos con bandidos. En al menos tres ocasiones fueron detenidos e interrogados por la Guardia Civil. El poco dominio del idioma no fue precisamente un punto a favor en el transcurso de una de esas detenciones, llegando a ser considerados por la benemérita como serios sospechosos de un importante robo dentro de una finca en Navarra. Por suerte para ellos, los verdaderos autores fueron reconocidos y detenidos horas más tarde. 

La comida del norte y sus gentes llenaron el corazón del mago negro 

Al contrario que en los pequeño pueblos, el efecto que causaba su aspecto era muy bien recibido en las localidades más pobladas. Las gentes mostraban curiosidad por un extranjero que encarnaba en la suela de sus botas una gran aventura. En todos estos lugares recibió una generosa hospitalidad y simpatía. 
Crowley habla maravillas de las ciudades de Soria, Logroño y Pamplona. A la primera de ellas la llegó a considerar «una increíble reliquia de la inmensa grandeza del pasado».

Y por no hablar de la comida. Para el mago negro, cada paso que daba suponía descubrir un nuevo manjar. Destaca en sus escritos todas y cada una de las mesas en las que se sentó a degustar la variada y exquisita comida española. Y, por supuesto, el vino. Desde Pamplona hasta Aranda del Duero. El gran mago degustó el espíritu de los Dioses exprimido de la rica uva española. 

LOS TOROS

Otro de los ritos a los que Aleister Crowley otorgaba una gran importancia era conocer el folclore de todos aquellos rincones que visitaba. En la localidad de Burgo de Osma, Crowley siente algo inaudito en él hasta entonces, presenciando una corrida de toros. «Finalmente sentí que estaba preparado para contemplar una corrida de toros. Entendí aquel espectáculo primitivo. Aquella sangre sobre el lomo del toro bajo la luz del sol en el verano español es el más bello color que mis ojos vieron a lo largo de toda mi vida».

Al día siguiente, estaba tan emocionado que volvió a visitar la plaza para ver a los legendarios Manuel Mejías «Bienvenida» y Manuel Rodríguez «Manolete», este último padre del mítico Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, también conocido con el mismo seudónimo que su padre y fallecido por cornada de toro en la plaza de Linares. El toro era un Miura llamado Islero, cuya piel hoy se conserva en el Museo Taurino Municipal de la ciudad de Córdoba, cuyas paredes albergan una sala homenajeando su figura.

 MADRID 

Algunos días antes de llegar a Madrid, tuvieron la oportunidad de divisar una imagen de la capital desde las numerosas localidades próximas que visitaban. Esta estampa visual fue para Crowley de suma importancia, pues desarrolló en su cerebro la emoción de caminar por sus calles y «respirar su cultura» antes de poner un pie en su entrada. 

A su llegada, no se sintió defraudado; todo fue deslumbrante. El mago negro alucinó en el Museo del Prado admirando las grandes obras de Velázquez, especialmente Las Meninas, cuya aura misteriosa hizo que la tuviera en consideración como la mayor obra artística que habían visto sus ojos. 

Mientras visitaba El Prado en varias ocasiones, su compañero Neuburg descansaba en un hotel de la Puerta del Sol afectado por un profundo cansancio. Su amado y amigo escritor empezaba a ser una carga difícil de gestionar. Crowley no pretendía perder ni un minuto en el hotel salvo para conciliar el sueño. Por lo tanto, comenzó a visitar también un sinfín de tabernas en las que probablemente escribió «La psicología del hachís», una obra en la que no pudo profundizar más allá de lo escrito en esas fechas debido a las presiones que ciertos grupos ocultistas ejercieron sobre la divulgación de ese conocimiento. 

GRANADA

Pasada una semana, y siendo el estado de Neuburg todavía ciertamente delicado, ambos turistas deciden que es vital para ellos visitar dos lugares más de la geografía española. Uno de ellos es el pueblo de Ronda, cuya energía fascinaba a Crowley, llegando a afirmar en algunos escritos que había una puerta tridimensional en la localidad. 

Pero nos centraremos en su visita a Granada, una ciudad a la que ponen rumbo desde la capital montados en un tren. Para Aleister Crowley, Granada fue un lugar místico. Disfrutó de la belleza de la Alhambra, así como destacó el calor que le proporcionaron sus gentes, hasta tal punto que llegó a conocer a una mujer que le robó el corazón. 

Neuburg, que seguía renqueante, una vez más se volvió a enclaustrar en el hotel durante gran parte del viaje y, por supuesto, Crowley no dudó en pasar largas horas recorriendo calle tras calle y relacionándose con todo aquel que le brindara la ocasión de hacerlo. Así conoció a la mujer de la que se enamoraría, una chica de etnia gitana a la que dedicó un poema que llevaba por titulo «La Gitana», con el que el mago negro declaraba su profundo amor por la muchacha describiendo inigualable belleza. Una mujer que nombraría y recordaría a lo largo de su vida en múltiples ocasiones, y con la que se considera como algo evidente que tuvo descendencia a pesar de no haber ningún tipo de prueba científica que así lo atestigüe. 
Es, por lo tanto, poco descabellado suponer que en la ciudad de Granada a día de hoy convive entre sus ciudadanos algún descendiente del gran mago negro. 

Ya habían transcurrido dos meses desde el inicio del viaje. Se acababa la  visita a España. La siguiente parada prevista era Tánger. Un Crowley embelesado por su parte nostálgica dejaría escrito: «No necesitamos mucho tiempo para darnos cuenta que habíamos dejado atrás la libertad».

Hay constancia de una segunda visita de Crowley a España en el año 1930. Ya siendo considerado un personaje enormemente mediático, la gran bestia 666 regresó a nuestro país en otros términos. Se quitó las botas de montaña, y se calzó los zapatos de correcto y distinguido caballero.

Una historia que también podría llegar a contarse…

 

 

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