Mujeres andaluzas: de musas a pintoras

De izquierda a derecha: Carmen Laffón, Mercedes Carbonell y Pilar Albarracín.

En pleno siglo XXI, son muchas ya las mujeres que se dedican al mundo del arte y se las reconoce por ello en España, teniendo en cuenta que nuestro país siempre estuvo a la cola del progreso feminista. Hoy en día, es fácil reconocer nombres como Ana Oncina, Raquel Riba Rossy (Lola Vendetta) y Raquel Córcoles (Moderna de Pueblo), mujeres que dedicaron su formación académica al mundo del dibujo y que se han labrado nombres de prestigio. Sin embargo, no siempre las mujeres han tenido las mismas oportunidades que los hombres para acceder a una formación académica ni, mucho menos, para poder dedicarse profesionalmente a ello.

Nuestra cultura religiosa fue uno de los impedimentos que las mujeres tenían que salvar para tener la libertad de decidir sobre sus futuros; el cristianismo las confinaba en el hogar, a la crianza y a la oración, las educaba para ser buenas hijas, buenas esposas y buenas madres. Punto final. Era algo excepcional a finales del siglo XIX y principios del XX en España ver a una mujer que supiera leer y escribir, ni que decir una que supiera matemáticas o ciencia. No obstante, sí existían una vinculación de las mujeres a las artes, pero como musa (objeto) no como artista (sujeto). Afortunadamente, la resistencia y la disconformidad existen. Así lo demuestra la obra de las siguientes pintoras de las que vamos a hablar.

En 1934 nace Carmen Laffón de la Escosura en Sevilla, una mujer con unas habilidades para la pintura que la llevaron a estudiar Bellas Artes en Madrid y a conseguir una beca del Ministerio para viajar a Italia, donde consiguió el premio Vía Frattina. A su vuelta a Sevilla, cofundó la galería La Pasarela, donde no sólo exponía sino que impartía clases de pintura, grabado y dibujo.  Obtuvo la Cátedra de Dibujo al natural de la Universidad de Sevilla y retrató a los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. Fue elegida miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y recibió en 1999 la medalla al Mérito de Bellas Artes y el premio Tomás Francisco Prieto de la Fundación Casa de la Moneda. Ninguna broma si tenemos en cuenta que, además de ser mujer, era de Andalucía, región que siempre ha ido dos pasos por detrás en cuanto a desarrollo económico y educativo. Su obra es intimista; retrata mujeres en diversas situaciones. Incluso realiza un desnudo, algo que ahora nos parece de lo más normal pero que visto desde la perspectiva del pasado, una mujer que retrata a otra mujer desnuda es una provocación.

De izquierda a derecha: Sin título (s/f), Desnudo (s/f) y Cándida (1955)

Por otro lado, Mercedes Carbonell nació en 1963 en Sevilla. Podemos encontrar sus obras expuestas en el Centro Nacional de Arte Reina Sofía, en la Fundación Focus de Sevilla y en la Fundación El Monte. Una característica muy particular de su obra es que adapta los formatos al espacio de trabajo en el que se encuentra en cada momento de su vida; ha realizado desde miniaturas en diapositivas cuando trabajaba en un pequeño apartamento de Londres hasta retratos de gran formato cuando ya residía en espacios más amplios. Amoldaba sus diseños a su estilo de vida, a sus hogares pasajeros, como una nómada. Esto hizo que su arte, además de ser íntimo, fuera un reflejo de los diferentes procesos vitales por los que ha ido pasando la autora. También fue copista en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Se percibe un halo de misterio en todos sus retratos; captura la esencia escondida tras una mirada, incluso la propia.

De izquierda a derecha: Autorretrato 2 (s/f), Autorretrato (s/f) y María Barranco (s/f)

Por último, y para culminar este trío prodigioso, hablamos de otra sevillana, Pilar Albarracín nacida en 1968. Licenciada en Bellas Artes, no sólo experimenta con la pintura sino que va un paso más allá: fotografía, vídeo, performance e, incluso, instalaciones escultóricas interactivas. Se atreve a enfrentarse a su público cara a cara, a sus propias emociones, a exponer su lado más íntimo. Pura innovación. Sus exposiciones  han visitado el territorio español, Japón y Francia. Centrándonos exclusivamente en sus pinturas, tenemos que enfatizar en el carácter provocador (a todos los niveles): desnudos y posturas provocativas hacen un llamamiento a la libertad, no sólo de las mujeres, sino de expresión. Representa mujeres de toda clase (licenciadas y/o trabajadora) al más puro «instinto básico». Su mensaje trata de romper con los convencionalismos (hija/esposa/madre) para mostrar la realidad: las mujeres somos mujeres.

De izquierda a derecha: Serie Mujeres Barbudas (1997) y Serie Licenciadas. Del pánico genital al pánico laboral (1969)

Esta es una pequeña muestra de mujeres creativas, innovadoras y profesionales que rompieron los esquemas preestablecidos de su tiempo y que marcaron un precedente abriendo camino a las nuevas generaciones de artistas. Fueron contracorriente, arriesgaron y no pidieron perdón. El comienzo de un largo proceso de desarrollo que a día de hoy seguimos recorriendo. Y bien hecho.

Y como muy acertadamente decía nuestra querida Simone de Beauvoir:

«Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia».

7 comentarios

  1. Que genias ofrece nuestra tierra! Gracias por poner en valor el arte y la vanguardia que las mujeres regalan al mundo. Que obras tan bonitas! A tope!!

Responder a Ginger Ito Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*