Crítica: Perdición (Double Indemnity)

"Quisiera creer en Dios para darle las gracias, pero sólo creo en Billy Wilder. Gracias, míster Wilder."   Fernando Trueba.

Dando la razón a Trueba, diremos sin rubor alguno que Billy Wilder es celestial. Un director y guionista genial, mordaz, sufrido, irónico, cercano, enorme ser humano. Y continuaremos afirmando que a través del cine negro se puede contar las miserias de una sociedad, la corrupción de la humanidad, la desigualdad, la traición y el reflejo retorcido de una época, de todas las épocas. De modo que juntar a Wilder con el género negro solo puede dar como resultado un ejercicio superlativo del séptimo arte.

Wilder es considerado uno de los mejores directores y guionistas del cine clásico estadounidense. En su numerosa filmografía, hay maravillosas películas y, por supuesto, irreprochables obras maestras. Su mirada lúcida, desprejuiciada, irónica, divertida y humana hace que sus obras estén aún vigentes y sigan siendo una experiencia enriquecedora para cualquiera que se acerque a una de sus películas. 

Puede resultar curioso que, siendo Wilder más reconocido por sus logros cómicos, destaquemos esta película, obra capital de cine negro. No es una excepción en su bagaje, pues películas como Testigo de cargo, Crepúsculo de los dioses o El gran carnaval son un ejemplo de cómo se adaptaba a cualquier género a la hora de rodar un film. Perdición (1944) es de las pocas películas que Wilder no firmó con sus habituales colaboradores Brackett o Diamonds. El largometraje está basada en una novela por entregas escrita por James M. Cain. La adaptación fue escrita por el novelista Raymond Chandler y el propio Wilder. Las fricciones y peleas entre ambos mientras escribían a cuatro manos el guion fueron constantes. El filme tiene unos diálogos muy mordaces y ácidos propios de Chandler. Los dobles sentidos de estos diálogos hacen malabares para poder saltarse la censura del momento; el ingenio y la ironía al servicio de la libertad de expresión.

Perdición comienza con la voz en off del protagonista confesando un crimen. La trama está protagonizada por un agente de seguros y una clienta. Ambos planean el asesinato del marido para conseguir una cuantiosa suma de dinero mediante un falso seguro de vida que ella misma le hace sin su consentimiento. Para conseguir la ayuda del agente de seguros, Phyllis Dietrichson (Barbara Standwick) embauca a Walter Neff (Fred MacMurray) con su belleza, sensualidad y su voz; personalizando a la femme fatale. La doble indemnización del título original se refiere a una cláusula en el contrato del seguro por la cual, si el asegurado muere y tal hecho se produce en un accidente de tren, la cuantía económica para el beneficiario del seguro será el doble.

El carismático Edward G. Robinson completa un elenco principal sensacional, como el mordaz investigador de la compañía de seguros, amigo y mentor del protagonista. Robinson, acostumbrado a hacer de gánster, resulta entrañable en su interpretación del detectivesco Barton Keyes.

Perdición es, además, la historia de un fracaso anunciado. Resulta probable que el argumento de la novela de Cain en la que se basa la película tenga un origen real que tuvo un eco importante en la sociedad de la época. Cain, como reportero, asistió al juicio de una pareja de criminales que se traicionaron mutuamente y fueron ejecutados en la silla eléctrica. No obstante, el film es mucho más fatalista y nihilista que la novela. El personaje de Walter Neff es consciente de que no hay marcha atrás, de que no hay esperanza, y su confesión se hace a sabiendas de que no hay un buen final posible.

Este largometraje es, aparentemente, una historia sobre un asesinato por amor y dinero. Pero, como cualquier película de Wilder, es mucho más; es un mosaico de las miserias humanas. El guion habla del crimen perfecto que siempre se demuestra imperfecto, pues es imposible controlar todas las variables y posibilidades, de modo que el destino del ser humano está marcado por la casualidad y las coincidencias. Se muestra una ciudad corrupta en la que el sistema no funciona y vemos cómo cualquier ciudadano intenta conseguir su beneficio propio mintiendo, estafando. Observamos  la corrupción del ser humano, su caída a los abismos.

La película fue todo un éxito que, revisado hoy en día, no ha perdido un ápice de su fuerza visual, narrativa e interpretativa, por no hablar de su maestría en lo técnico (fotografía, montaje, iluminación y sonido). Su prestigio, al igual que el de su director, ha ido aumentando con el tiempo y parece unánime, por parte de crítica, historiadores de cine y público, considerarla una obra maestra y referente del cine negro clásico estadounidense. 

Perdición se estrena en julio de 1944, a falta de menos de un año para el fin de la contienda, cuando empiezan a regresar de la guerra los soldados estadounidenses. Durante la Segunda Guerra Mundial, la mujer se había convertido en trabajadora independiente, pero con el fin de la guerra y el giro conservador del país, esta situación comienza a revertir.

Los despidos masivos de mujeres, que se producen a partir de ese año y tienen su punto álgido en los años 1945 y 1946, enlazan con la reacción de las espectadoras ante un film que muestra las consecuencias fatales para una mujer independiente que intenta controlar su propio destino. La mujer que se revela, que sale del rol tradicional, aquí resulta fascinante, pero finalmente es castigada por su osadía. Un castigo final ejemplarizante que debía ser desolador para una espectadora de la época que se planteara tales cuestiones.

Este tipo de personajes femeninos (la femme fatale), con una larga tradición en literatura y artes plásticas, no deja de ser una muestra del miedo masculino hacia el cuestionamiento del statu quo. La complejidad del cine negro es que expone el mensaje tradicional y patriarcal que la industria cinematográfica difunde a la sociedad del momento, pero a la vez, refleja el conflicto social de la época, la confusión por parte de la sociedad de la posguerra y el miedo hacia el papel más emancipado que la mujer había tenido durante la guerra.

Conscientes de ello, Wilder, Chandler y la propia Standwick procuraron dar al personaje de la actriz la coherencia, humanidad, inteligencia y tridimensionalidad necesarias para que transcendiera el arquetipo y huyera de lugares comunes, ofreciendo de paso un recital interpretativo y una reflexión de la complejidad de la condición humana.

En definitiva, una obra poliédrica, fascinante, trágica, con un pulso narrativo excelente y un personaje femenino fascinante. Pocos años después, con el comienzo de la Guerra Fría y la caza de brujas, este tipo de cine acabará dando paso a otro menos comprometido y más optimista. Wilder por su parte, bendito sea, seguiría dando guerra a los estudios y rodará grandes obras, enormes testimonios de su genio que esperamos comentar en Milkbar en otra ocasión.

 

2 comentarios

  1. Siempre he oído hablar muy bien de este director. Tras leer con no poca avidez esta divina reseña, se me antojan veladas de cine en estos días de asueto. De esta manera podré paliar mi escasa cultura cinematográfica, de hecho, de este director solo he visto «El apartamento» y parte de «Uno, dos, tres». ¿Qué opina señor Earle? ¿Es mejor que empiece por alguna en concreto o cree que cualquier neófito en la materia puede apreciar cualquiera de los títulos de este afamado cineasta?
    Sinceramente suyo,
    Perico el de los mismísimos Palotes

    • Querido señor Palotes, me alegra que haya disfrutado con la lectura del artículo. Empieza usted en el universo Wilder con buen pie, pues «El Apartamento», en mi opinión, es seguramente su mejor filme. Particularmente tengo debilidad por «La vida privada de Sherlock Holmes» y «Traidor en el infierno» pero le recomiendo seguir con las excelentes «Testigo de cargo», «El crepúsculo de los dioses», «Con faldas y a lo loco» o la propia «Perdición». Le aseguro que no se arrepentirá.

      ¡¡Un saludo y gracias por leernos!!

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