Bud Spencer. El grandullón italiano. Parte 1

Si has decidido leer este artículo, es porque hace bastante tiempo que cumpliste los 30 y pensar en Bud Spencer o en Terence Hill, te trae gratos recuerdos de tu infancia en la butaca del cine o en el sillón de tu casa, ya fuese viendo sus películas en un VHS o en las innumerables reposiciones en televisión.

Soy fan de esta pareja de actores desde que tengo memoria y siempre que busco algo sobre ellos en internet, me topo con que la información en español es escasa, ciñéndose a datos muy genéricos. Así que animado por mi amigo Roy Earle, decidí que era el momento de poner toda la carne en el asador e investigar en distintas páginas de diversos idiomas sobre la vida de Bud Spencer y dar a conocer al público hispanohablante datos que jamás se han publicado en nuestro idioma.

Me atrevo a decir que lo que leerás en los próximos párrafos será la biografía más detallada que encontrarás en español de este gran actor.

Carlo Pedersoli.

Si pensamos en el año 1929, lo primero que puede venir a la cabeza teniendo un mínimo de nociones de historia es el Crack del 29 como evento más representativo de aquel año que tuvo su desenlace el 29 de octubre en Nueva York dando comienzo a la Gran Depresión.

Dos días después de aquel fatídico día, el 31 de octubre, a miles de kilómetros de Wall Street, al sur de Italia, más concretamente en el número 40 de la calle Generale Giordano Orsini del barrio Santa Lucía en Nápoles, un matrimonio bien posicionado compuesto Alessandro Pedersoli y Rosa Facchetti traían al mundo a su primogénito que pesó la nada desdeñable cifra de seis kilos y al que llamaron Carlo.

Pocos años después, en 1934 nació la hermana pequeña de Carlo, Vera. Al año siguiente empezó la escuela demostrando que era un buen estudiante y desarrolló su pasión por el deporte y en especial por la natación.

En la madrugada del 1 de noviembre de 1940, Nápoles sufre el primer bombardeo de los casi 200 que recibió, siendo la ciudad italiana más bombardeada de Italia durante la Segunda Guerra Mundial por parte de las tropas aliadas.

La importante fábrica de camas y mobiliario de hierro de Alessandro Pedersoli queda destruida en los primeros bombardeos, por lo que la familia decide mudarse a Roma, una ciudad mucho más segura, gracias a la presencia del Papa en el Vaticano.

En 1946, Carlo es ya relativamente conocido gracias a haber batido a nadadores mayores que él. Termina la secundaria con buenas calificaciones y su equipo de rugby del colegio se proclama campeón nacional.

Ese mismo año se convierte en uno de uno de los alumnos más jóvenes de Italia en entrar en la universidad, empezando la carrera de Química en la Universidad de Roma.

Pero la posguerra, como era de esperar, deja al país sumido en la pobreza por lo que la familia Pedersoli decide hacer nuevamente las maletas y está vez ponen rumbo a Recife, capital del estado Pernambuco en Brasil. Carlo tiene que abandonar los estudios, aprende rápido el portugués y consigue trabajar en el Consulado italiano de Recife o como carpintero en Río de Janeiro.

En 1948, Carlo regresa a Italia y vuelve a la universidad, pero deja de lado la carrera de Química y se matricula en Derecho, carrera que le dejaba más tiempo libre para entrenar y nadar. En el mismo periodo, decidió practicar boxeo en la categoría de pesos pesados, pero como él mismo admitió, era bueno pegando, pero, cuando el rival estaba a punto de caer, le faltaba la maldad para darle el golpe definitivo.

En poco tiempo despega su carrera como nadador y se convierte en campeón italiano de estilo libre en 1949. El 19 de septiembre de 1950 se convierte en el primer italiano en nadar los 100 metros en estilo libre por debajo del minuto, 59,50 segundos para ser exactos.

En 1950, Carlo hace su primera incursión en el cine, gracias a a su estatus de estrella de la natación y su imponente físico, primero en la pequeña película italiana Quel fantasma di mío Marito donde es el nadador que salva a la mujer protagonista de ahogarse en la piscina y en 1951 participa en Quo Vadis, película americana que fue nominada a ocho Óscars, donde tiene un pequeño papel como centurión imperial. Ambos papeles son sin acreditar, sin diálogo y con apenas unos segundos en pantalla.

Peter Ustinov junto a un barbilampiño Bud Spencer

Estos breves roles que le servían para pagar la universidad, no lo distraen de la natación y en 1952 participa en los JJOO de Helsinki quedando en quinto puesto de los 100 metros estilo libre. En 1955 es llamado para los Juegos del Mediterráneo en Barcelona, ganando la medalla de oro en Waterpolo. Un año después vuelve a ser convocado para los Juegos Olímpicos de Melbourne, aunque le gustaba competir, cada vez soportaba menos lo que implica el deporte, dietas y entrenamientos, lo que supuso un decente pero no espléndido undécimo puesto. Ese mismo año fue invitado junto a Angelo Romani, otro gran nadador italiano, por la Universidad de Yale, para participar en los campeonatos americanos, consiguiendo el segundo puesto.

Al final de su carrera deportiva, su palmarés acumulaba siete títulos como campeón de Italia, más tres como junior y cuatro títulos nacionales en carrera de relevos. También fue delantero en la Selección Italiana de Waterpolo ganando la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948 y en Roma en 1960.

En 1954 consigue un papel en la producción ítalo-francesa Torpedos humanos, ambientada en la Segunda Guerra Mundial, centrando su argumento en el ataque de la Armada Italiana a la flota inglesa. En este film, Carlo goza de mayor tiempo en pantalla y algunas líneas de diálogo.

En 1955 participa en la comedia Un héroe de nuestro tiempo, protagonizada por el actor cómico Alberto Sordi. Dos años después aparece en otra comedia Il cocco di mamma (1957) donde interpreta a un boxeador. También en 1957 obtiene un pequeño papel como carabinero, compartiendo algunas escenas con Rock Hudson, el protagonista del drama bélico Adiós a las armas dirigida por John Houston y basada en una novela de Ernest Hemingway, aunque acabó despedido. Merece la pena recordar como anécdotas de esta película, que Rock Hudson rechazó los papeles protagonistas de Sayonara (1957) y Ben-Hur (1959) que acabarían recayendo en Marlon Brando para la primera y en Charlton Heston, la segunda. Rock reconocería que estas decisiones serían los mayores errores de su carrera. La otra curiosidad del film es que el año que se estrenó la película, el productor de esta, David O. Selznick y la protagonista, Jeniffer Jones, que eran matrimonio, se escaparon a Pamplona para disfrutar de los San Fermines, coincidiendo con Hemingway que también se encontraba en la ciudad y este al enterarse de que Selznick estaba allí, exclamó “Voy a matar a ese hijo de puta, ha arruinado mi novela”.

Tras este breve paréntesis, volvemos con Carlo, que con 27 años decide apartar la práctica deportiva y sus incursiones cinematográficas y vuelve a cruzar el charco, esta vez dirección a Caracas, Venezuela, donde según el propio Carlo fue un viaje necesario para encontrarse a sí mismo, para reconciliarse con su verdadera naturaleza y en busca de sus objetivos.

En Caracas, no tenía las comodidades de la vida romana conduciendo coches deportivos y una legión de fans que lo perseguían como el ídolo deportivo que era.

Allí trabajó durante nueve meses en la construcción de la Ruta Panamericana, un sistema de carreteras de casi 50.000 kilómetros que vincula casi todos los países del continente americano, desde Alaska a Ushuaia en Argentina y también trabajó en Alfa Romeo en la capital venezolana, donde llegó a participar como piloto de la escudería en la carrera Caracas-Maracaibo, hasta que decide volver a Italia en 1959. Ese mismo año aparece en un pequeño papel en el péplum Aníbal ambientada en la Segunda Guerra Púnica.

El 25 de febrero de 1960 se casa en Roma en la Iglesia de San Giovanni a Porta Latina con María Amato, a la que conocía desde hacía unos 15 años, hija de Giuseppe Amato, un famoso productor de cine italiano e importante distribuidor de cine americano en el país transalpino, responsable de películas como El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio de Sica o La dolce vita (1960) de Federico Fellini.

Aun teniendo como suegro a un peso pesado de la industria cinematográfica italiana, Carlo no está interesado en el séptimo arte, y jamás pensó que su futuro estaría en ese medio pues, como tantas veces aseveró en decenas de entrevistas, él nunca quiso ser actor, ni se sentía actor, aunque con los años aprendió, él nunca llegó a ser un actor de verdad y si tenían que recordarle, prefería que fuese por el deporte, que era de lo que realmente estaba orgulloso.

En 1960 firma un contrato la casa discográfica RCA, componiendo canciones napolitanas y de folk para diversos artistas.

En 1961 nace su primer hijo Giuseppe, naciendo un año después Cristiana.

En 1964 muere su suegro y termina su contrato con la RCA, por lo que decide crear su propia productora y realiza documentales y campañas publicitarias para la Radiotelevisión italiana (RAI).

Nace la leyenda.

Si en los 50 el cine que destacó en Italia fue el péplum (Cine de histórico de aventuras, ambientado en la antigüedad, fundamentalmente en la época greco-romana), los 60 fue la década del western europeo o Spaghetti Western, que se diferenciaba del western pulcro y romántico de los estadounidenses, siendo más sucio, con personajes rudos y carentes de moral y sin miedo a plasmar en pantalla secuencias violentas.

Aunque no fue la primera película de pistoleros italiana, fue Sergio Leone con su Por un puñado de dólares (1964) con un joven y desconocido, al menos en Europa (en Estados Unidos gozaba de cierta popularidad gracias a la exitosa serie Rawhide) Clint Eastwood encabezando el reparto, la que popularizó e hizo que despegara este subgénero, gracias al enorme éxito de taquilla que cosechó.

Giuseppe Colizzi llevaba años en el mundo del cine desempeñando diversos trabajos como editor, ayudante de dirección, director de producción,… pero el auge de las películas del oeste en su país natal, lo animó a escribir su primer de guion cinematográfico, que también le supondría ponerse por primera vez en el cargo de director. La película tenía el título de Dio perdona… Io no! (1967), aunque la traducción literal sería «Dios perdona.. ¡yo no!», en España se tituló Tú perdonas… yo no, supongo que por no mencionar a Dios en una película violenta en la España de aquella época.

Tenía ya fichado a Peter Martell (nacido Pietro Martellanz), que sería el protagonista con el nombre de Cat Stevens, pero necesitaba al actor que lo acompañase y quería a alguien con una presencia imponente y vio en el marido de su amiga María Amato, el candidato perfecto.

Con sus 120 kilos y 1,94 metros de estatura, Carlo, cumplía con creces con el perfil y aunque no fuese un actor con mucha experiencia, sabía desenvolverse delante de las cámaras.

Nuestro grandullón era reticente a aparecer en un extraña película de vaqueros y por la que consideraba que le pagaban poco, le ofrecían solo un millón de liras italianas, cuando él pedía que fuesen dos. Pero necesitaba el dinero, así que aceptó, no sin antes dejarse la barba, para no ser reconocido, pues pensaba que participar en un film así, que a priori consideraba que sería un fracaso y dañaría su imagen pública.

También le piden que se cambie el nombre, algo común en aquella época. Para que los westerns italianos tuviesen mejor aceptación en el mercado internacional y les fuese más fácil venderlos, los actores cambiaban sus nombres “demasiado italianos” por uno anglosajón. Así que Carlo decide usar el pseudónimo Bud Spencer, como referencia al nombre con el que se comercializaba la cerveza Budweiser en Italia y el apellido Spencer, en honor al actor que idolatra, Spencer Tracy.

La mayor parte del metraje se rodaría en la provincia de Almería, como Cabo de Gata, Polopos, Rodalquilar, Rioja,… excepto las escenas de interiores que serían filmadas en Roma. Almería, en especial, el pueblo de Tabernas se había convertido en el lugar predilecto para los Spaghetti Western, allí aún hoy día se pueden visitar varios de los poblados del lejano oeste que se levantaron para centenares de westerns. En los años de mayor esplendor, se rodaban más de 200 películas por año. Se solapaban los rodajes y tenían que hacer turnos para disponer de los caballos, para las escenas que los requerían.

Listos ya para el comienzo del rodaje, el actor protagonista, Peter Martell, se partió un pie durante una discusión con su novia, lo que hacía imposible su participación en la película, así que a Colizzi, presa del pánico, no le quedó otra que volar a Roma para encontrar a un sustituto lo antes posible. Buscando a su nuevo protagonista, Colizzi dio con unos productores que le dijeron “Contrata a este chico, si le pones un sombrero y con sus ojos azules puede parecerse a Franco Nero (Nero había alcanzado la fama un año antes con Django)”. Ese chico era Mario Girotti, nacido en Venecia el 29 de marzo de 1939 de padre italiano y madre alemana, que a sus 28 años, llevaba desde los 12 actuando y en su currículo amasaba ya 40 películas, entre las que destacaba El Gatopardo (1963), de Visconti con Burt Lancaster, Claudia Cardinales y Alain Delon encabezando el reparto.

Mario se encontraba rodando junto a la cantante y actriz Rita Pavone la película Rita en el West pero su papel era pequeño, lo que no impidió aceptar el rol de Cat Stevens en la película de Colizzi.

Mario Girotti y Carlo Pedersoli, participaron 8 años antes en la película Anibal, pero no llegaron a coincidir en el set de rodaje, por lo que no se conocían personalmente.

Mario llegó a Tabernas en coche, tras un largo y tedioso viaje en tren desde Madrid, pues el aeropuerto de Almería, no sería inaugurado hasta 1968. Este, aunque no conocía personalmente a Carlo, sabía quién era, pues cuando él práctico natación en su niñez, su compañero de reparto ya era una respetada estrella del deporte.

Llegó al set de rodaje y allí por fin conoció al que se convertiría en su mejor amigo y compañero de profesión.

Se saludaron con un escueto y educado “Hola, soy Mario” “Hola, soy Carlo” y el resto es historia.

A Mario también le propusieron buscarse un pseudónimo internacional y entre 20 opciones, eligió Terence Hill.

 
Bibliografia:


– Budspencer.com

– Más fuerte muchachos, El cine de Bud Spencer y Terence Hill de Daniel Lorenzo. Editorial Applehead Team. 2020

– Bud, Un gigante per papà de Cristiana Pedersoli. Editorial Giunti. 2020
– It.m.wikipedia.org

4 comentarios

  1. Menudo artículo. Cargado de datos. La verdad ha sido un verdadero placer poder saber más de Este entrañable actor. Se espera con ganas la continuación. Que es la que todo conocemos. Espero no se demore demasiado

  2. La EGB me queda ya bien lejos, pero siempre recordaré cuando un compañero me sugirió en un recreo que viese aquella noche en TV «la película del gordo y del flaco». Dicha película no era sino otra que «Y si no, nos enfadamos», y al margen de la diversión y carcajadas que me provocó, también alcanzo a recordar los corrillos de chavales al día siguiente comentando furiosamente las peripecias de esa extraña pareja que nos cautivó a todos. Alguno incluso venía con la lección aprendida de casa y dejó caer que «el gordo y el flaco» se habían dejado ver por nuestra ciudad, Almería, con lo que muchos de nosotros acabamos fantaseando con poder conocer en persona a nuestro ídolo… «el gordo» (la picaresca y sinvergonzoneria del «flaco» era tentadora, pero palidecía frente a los cóckteles de mamporros que repartía el «gordo», mucho más apetecibles para los chicos de nuestra edad)
    Ahora, después de leer este artículo, no puedo sino sentir cierta emoción al comprobar cómo se cumple el presagio de saber que bajo aquel «gordo» y su batiburrillo de guantazos a mano abierta y martillos pilones, se escondía un corazón igualmente inmenso y que deja vd. reflejado en la anécdota del boxeador incapaz de mandar a la lona a su rival.

    Que siga la inspiración,caballero !!!

  3. Buen trabajo. Las pelis de estos dos genios siempre me traen grandes recuerdos de la infancia. Y aún hoy sigo riéndome con ellos. Son cojonudos. La tengo todas en DVD. Gran artículo. Quiero más.

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