¿Es José María Cano Ozymandias?

Por todos es conocida la existencia histórica de ciertos individuos o individuas señalados por el dedo de Dios y dotados con la capacidad de tener éxito en todo lo que emprenden. ¿Es posible que el más grande de todos ellos sea paisano nuestro?


Los inicios

José María Cano viene al mundo en Madrid, un 21 de febrero de 1959. Desde el primer momento destiló un perfil serio e introvertido, en contraposición al de su hermano Ignacio, cuatro años menor que él.

Su primer contacto activo con la música tiene lugar cuando, por curiosidad, decide apuntarse al coro escolar de su colegio Nuestra Señora del Recuerdo. Pese a desempeñarse sorprendentemente bien (llegó a ser solista y a interpretar en el Teatro Real y en el Teatro de la Zarzuela), al chico no terminaba de apasionarle y, poco a poco según crecía, fue dejando de lado esta afición.

Todo cambiaría durante una de las múltiples vacaciones de verano con su familia en la costa levantina. El joven José María pasó por un cercano guateque de barrio y lo que escuchó le dejó prendando. Alguien estaba pinchando temas de los Beatles… y cada canción era sencillamente mejor que la anterior; mientras el resto de jóvenes bailoteaban al ritmo de la música, él se encontraba completamente en trance escuchando hasta la última nota de esas maravillosas melodías… Lo había decidido… Él también crearía canciones de Pop como esas, aunque no estaba especialmente interesado en que los jóvenes bailaran sus temas. Le bastaba con transmitir a alguien el mismo efecto que John, Paul, George y Ringo habían provocado en él…

Empezó a sentir la necesidad de volver cuanto antes a Madrid… por una razón: la guitarra española que guardaba su padre en casa y que este nunca aprendió a tocar. Para poder emular a los Beatles necesitaba tocar

un instrumento y esa era la opción más viable, así que empezó a dar viajes a «El Corte Inglés» y a acaparar discos, libros de acordes, manuales, etc. Hasta aquí nada que se diferencie mucho de los primeros pasos de

Unos jovencitos José y Nacho
Unos jovencitos José y Nacho

miles de chavales que intentan aprender un instrumento, pero José María hizo además un movimiento curioso: implicó a Nacho en su campaña. Tenía una excelente relación con su hermano, pero optar por compartir un conjunto musical con un jovencísimo hermano que además no tenía conocimientos musicales en vez de buscar otros compañeros de aventuras más experimentados (algo relativamente sencillo en una ciudad como Madrid) fue cuanto menos extraño…

Siguiendo los designios de un oráculo especial, los Cano emprendieron un camino difícil de escrutar… o no… Sea como fuere, el joven José María estaba ya solo a un paso de lograr algo que encajaba muy bien con su objetivo: formar parte del grupo musical español que llegó a más personas en toda la historia.

 

Mecano

Así las cosas, los chicos empezaron a invertir gran parte de su adolescencia en la música: aprendían a tocar, ensayaban juntos, componían sencillas canciones y escuchaban muchas otras… pero claro, también se comportaban como otros jóvenes de su edad: salían en pandilla, iban de fiesta en fiesta… y se enamoraban.

Cuando a José María le presentaron por primera vez a Ana se quedó hechizado. No, aquello no era simplemente amor adolescente ni hormonas a flor de piel… eso eran cosas demasiado banales para alguien como José Maria. Él iba más allá… Pese a ser muy distinta a él, aquella chica tenía un aura de dulzura que le fascinaba; pedirle salir a una persona que te fascina entra dentro de la normalidad, pedirle además que forme parte de tu grupo musical no lo es tanto. José María hizo ambas cosas.

José María Cano a la voz y a la guitarra rítmica, Nacho Cano a la guitarra solista y Ana Torroja a los coros… juntos eran… unos perfectos desconocidos que, pese a animar gran cantidad de fiestas y tocar en diversidad de sitios, nunca encontraron una oportunidad que llamara a su puerta. Entonces, José María cumplió los 18 años y se preparó para su travesía por el desierto…

José María habló con Nacho y le explicó que se iba a estudiar arquitectura a Valencia. Consideraba que tenía que buscarse un futuro fuera de la música ya que, aunque lo pasaba muy bien tocando con él, sacar adelante un grupo de pop requería mucha más disciplina de la que él veía en Nacho. No obstante, le reconoció su potencial musical y le animó a continuar… así, cuando él volviese en vacaciones, podrían continuar tocando juntos. Aquellas palabras, aunque dolorosas, motivaron sobremanera a Nacho, que se volcó aún más en la música: empezó a conocer a otros músicos de diferentes bandas y a hacer sus primeros pinitos con los sintetizadores. El plan maestro de José María empezaba a vislumbrarse nítidamente…

La carrera de arquitectura era tremendamente aburrida. José María no encontraba un ápice de arte por ningún sitio y esto especialmente le desesperaba. Empezó a plantearse las primeras dudas acerca de abandonar la carrera y regresar a Madrid, dudas que se convirtieron en certezas conforme iba siguiendo la evolución musical de su hermano. Pese a su juventud, Nacho había alcanzado una técnica más que aceptable, se había convertido en un prolífico compositor y, por encima de todo, hacía gala de un brillante carisma en directo. Finalmente, dos años después de haberse matriculado, José María vuelve a Madrid en 1979.

Durante dicho año, llega el momento culminante cuando los tres chicos se inscriben en el concurso de talentos de TVE «Gente Joven» y son seleccionados para actuar. Lo hacen con el nombre de «José María Cano y amigos» (nadie se atrevía a discutir su liderazgo incuestionable) y, aunque la actuación no se saldó con un buen resultado en el concurso, jugó un papel fundamental para que el cazatalentos Miguel Ángel Arenas “Capi” les echara el ojo encima. «Capi» no tenía grandes conocimientos técnicos musicales, pero sí una sensibilidad especial para reconocer una fórmula ganadora. Tras escrutar diferentes posibilidades, propuso cederle a Ana el rol de cantante y con ello quedaría definitivamente apuntalada la base de Mecano. No hay duda alguna sobre el mérito que supone descubrir y poner en marcha a una banda como Mecano, pero, sin desmerecer la labor de «Capi», también es justo resaltar que José María lo logró varios años antes.

Extracto de la actuación de los tres chicos en «Gente Joven» de TVE

Bajo la tutela de «Capi», finalmente Mecano logra grabar y publicar su primer álbum de título homónimo en 1982 y esto supone un revés importante para José María: el 90% de los temas del disco eran de Nacho, cuyo carisma había conquistado también a los productores. Además, debido al gran éxito que supuso este LP (más de un millón de copias vendidas), los productores repitieron fórmula con el segundo disco, «¿Dónde está el país de las hadas?», publicado en 1983; Jose María se había hecho músico profesional para emular a John Lennon y estaba siendo relegado al papel de Ringo Starr.

Era el momento de dar un paso adelante: la tecnología estaba llegando cada vez con más fuerza a la música y José María comprendió que debía renovar su técnica. Empezó a mostrar interés por los sintetizadores con los que, a esas alturas, su hermano ya se manejaba muy decentemente (con muy especial mención para el espectacular y carísimo Fairlight CMI que Nacho había comprado recientemente). No se lo pensó: adquirió un piano y varios sintetizadores, y empezó a indagar en su complejidad musical. Además, la discográfica le dio la oportunidad de ir a conocer al teclista de la banda tecno-pop británica The Buggles, quien le ofreció excelentes consejos sobre el uso de sintetizadores en las composiciones y

Hans Zimmer tocando junto a Mecano en 1984
Hans Zimmer tocando junto a Mecano en 1984

dejó impresionado a Jose María (aquel músico era un tal Hans Zimmer, hoy reconocido como uno de los mejores compositores de bandas sonoras de Hollywood y autor de algunas de las más aclamadas de siempre, como Gladiator, Piratas del Caribe u Origen). Con todo, a la publicación en 1984 del nuevo disco «Ya viene el sol», ya ni siquiera el liderazgo y la brillantez de Nacho pudieron eclipsar la incorporación de dos temas de José María: «Hawaii-Bombai» y «Aire»… Y no quedó ahí: en los años sucesivos, José María compondría muchas otras de las piezas míticas de Mecano, incluyendo «Cruz de Navajas», «Hijo de la luna», «Me cuesta tanto olvidarte» o «Mujer contra mujer». En todas ellas presentaba un contrapunto a las composiciones de Nacho mucho más maduro, artístico y elaborado. Finalmente había dejado claro que él era John y Nacho era Paul…

El sueño de Mecano se desvaneció un noviembre de 1998. El propio José María, que había dado vida al grupo, se encargó de finiquitarlo de forma abrupta durante la gala de los premios «Amigo» de ese año; José, Nacho y Ana habían acudido a recoger uno de dichos premios cuando inesperadamente, José María cogió el micrófono y, ante las atónitas miradas de sus compañeros, pronunció las siguientes palabras:

«Voy a dejar de estar con Mecano […] muchas gracias a ustedes y que Dios les bendiga»

 

Luna

En realidad, el fin de Mecano era algo que José María llevaba en la cabeza desde hacía bastante tiempo… Simplemente no se había hecho nunca antes de forma oficial. Por ejemplo, la letra de su melancólica balada «El uno, el dos, el tres», perteneciente al álbum «Aidalai» lanzado en 1991, era todo un aviso a navegantes y telegrafiaba que Mecano iba a echar la persiana de forma inminente; no era casualidad que tras este disco la banda pasara siete años sin publicar nada…

Por encima de todo, José María estaba hastiado de Mecano. Además, la rivalidad musical con su hermano acumulada desde el primer día le cansaba especialmente… y desde luego no ayudaban demasiado los números diseñados para lucimiento personal de Nacho que tuvo que soportar durante los conciertos. Era el momento de emprender otro reto bien distinto. Esta vez se embarcaría en un desafío que demostraría al mundo su talento y, para que no hubiese género de dudas, lo haría al estilo de Michelangelo Buonarroti: completamente en solitario. Se disponía a componer una ÓPERA completa: «Luna»

Luna, de José María Cano
Luna, de José María Cano

Componer una ópera al completo es algo absolutamente agotador hasta para los grandes maestros de la música. De hecho, se estima que se habrán escrito tan solo unas pocas de miles a lo largo de toda la historia de la humanidad; José María pretendía conseguirlo apoyándose en la tecnología que ya le había ayudado durante la difícil etapa que sufrió en Mecano, así que encargó un nuevo ordenador y un software de composición musical, y se puso manos a la obra: día tras día… hora tras hora… compás a compás… nota a nota… estaba completamente obsesionado y su salud iba a empezar a resentirse.

Los cinco años de sufrimiento que fueron necesarios para alumbrar a «Luna» terminaron de transformar a José María: estuvo a punto de perder la vista debido a las interminables jornadas de trabajo frente al ordenador (finalmente acabó necesitando cirugía). Por otro lado, hacía algún tiempo que había decidido embarcarse en la aventura de la paternidad y, cuando esta llegó, le golpeó como una losa: su hijo Daniel padecía síndrome de Asperger.

Para terminar de complicar las cosas, ni siquiera la conclusión de «Luna» en 1998 supuso buenas noticias. José María había invertido buena parte de su patrimonio en este proyecto, y con su estreno en junio de ese año tan solo logró captar la curiosidad de la comunidad clásica y la de algún que otro afín que solo iba buscando la foto. Pese a haber escrito un excelente libreto y contratado a primeros espadas con el pedigree de Plácido Domingo o Ainhoa Arteta, ningún promotor de renombre apostó por el producto; para su desgracia, había descubierto demasiado tarde lo cerrado de un mundillo que en ningún caso iba a permitir a un músico Pop codearse con sus estirados habitantes. Ahora tocaba seguir pagando las facturas y, sin duda, bajo este trasfondo resulta más fácil comprender que el verdadero motivo de la reunión-separación exprés que Mecano vivió aquel año era sencillamente económico.

 

Artista, pintor y coleccionista

José María ha vivido siempre vinculado al arte. Además de la música, su otra gran pasión (y cultivada también desde muy pequeño) es la pintura. Así, tras completar la gira del «Aidalai» y con los bolsillos rebosantes de dinero, José María se traslada a Londres, donde entra a lo grande comprando la mansión en la que el mismísimo J. M. Barrie se inspiró para escribir «Peter Pan».

Durante los años venideros, y compaginando con la composición de «Luna», José María acude a diversas subastas y va haciendo acopio de una gigantesca colección de impresionantes pinturas. Particularmente llamativa es su habilidad para hacerse siempre con las obras que sufrirán mayor revalorización en años posteriores (más tarde explotaría esta virtud estableciéndose formalmente como marchante de arte).

Decidido a superar todas las adversidades sufridas, José María vende algunas obras de su colección junto con algún inmueble y se lleva a su hijo Daniel con él a Londres. De forma absolutamente encomiable, se vuelca en Daniel y utiliza la música (muy especialmente la ópera) como vehículo de comunicación entre ambos. A día de hoy, Daniel es un músico con un potencial y habilidades impresionantes, y cuya carrera muchos estamos ansiosos por seguir.

Finalmente, y por si fuera poco, José María, ya con más tiempo disponible para él, vuelve a retomar la práctica de la pintura y empieza a especializarse en un particular estilo en el que mezcla el dibujo con la presentación típica de un periódico. Actualmente, sus obras se subastan por encima del medio millón de dólares y es reconocido en diversos países del mundo como pintor antes que músico…

José María, preparando una exposición con algunos de sus cuadros
José María, preparando una exposición con algunos de sus cuadros

Como conclusión, nos vemos en la obligación de reproducir los famosos versos de Shelley:

A un viajero vi, de tierras remotas.
Me dijo: hay dos piernas en el desierto,
de piedra y sin tronco. A su lado cierto
rostro en la arena yace: la faz rota,

Yo soy Ozymandias

sus labios, su frío gesto tirano,
nos dicen que el escultor ha podido
salvar la pasión, que ha sobrevivido
al que pudo tallarlo con su mano.

Algo ha sido escrito en el pedestal:
«Soy Ozymandias, el gran rey. ¡Mirad
mi obra, poderosos! ¡Desesperad!:

La ruina es de un naufragio colosal.
A su lado, infinita y legendaria
sólo queda la arena solitaria».

2 comentarios

  1. ¡Pardiez! He topado con este artículo navegando por la red en busca del foro de «el Pitaco». Saludos a toda la familia Milkbar.
    P.D.: Muy interesante el artículo.

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