Dream Theater. Madrid 31-01-2020. Crónica

El pasado viernes 31 de enero, los norteamericanos Dream Theater visitaron Madrid y nos agasajaron, como viene siendo habitual en ellos, con un concierto memorable. Y Milkbar estuvo ahí, para informar de lo acontecido a nuestros fieles lectores. Lamentablemente tuvimos problemas con las acreditaciones y no podemos ofrecer instantáneas del evento. Rogamos que podáis disculparnos.

El lugar destinado para la realización de tal espectáculo fue el antiguo Palacio de los Deportes, ahora rebautizado como el Wizink Center. Dependiendo de la demanda, se habilita (además de la pista) ciertas partes de la grada, por lo que el aforo puede pasar de algo más de 3.500 espectadores, en el modo The Box, hasta unos 17.500 si se dispone de todo el pabellón para una actuación. En el caso de Dream Theater, se rozó el sold out en el modo The Box, asi que estimamos que fueron unas 3.500 personas las que se dieron cita para gozar de una velada del más puro metal progresivo.

No fue ninguna sorpresa para los allí reunidos el hecho de que el plato fuerte de la noche fuera la ejecución íntegra de su quinto disco de estudio, Metropolis pt2: Scenes from a Memory. En 2019 se cumplieron 20 años de la publicación de esta obra, muy importante tanto para los fans como para el conjunto neoyorquino. Para muchos seguidores es su mejor disco y tenían una oportunidad única de disfrutar en directo de temas que normalmente no aparecen en sus setlists. Para la banda 1999 fue el año en el que, cambiando de discográfica, pudieron tomar pleno control sobre su trabajo. Dejaron atrás las presiones que los empujaron a publicar Falling into Infinity, quizá el disco menos apreciado y al que se le achacó cierto espíritu comercial. Además ese mismo año se incorporó a la banda el teclista Jordan Rudess, al que, años antes, ya intentaron seducir. Por todos estos motivos, decidieron incluir el álbum al completo en esta gira que continúa aún en este 2020.

La primera parte de la actuación consistió en presentar su nuevo LP Distance over Time, tocando cuatro piezas del mismo además de una de Systematic Chaos y otra de Black Clouds & Silver Linings. Comenzaron con ‘Untethered Angel’, primer corte del último disco. Continuaron con ‘A Nightmare to Remember’, canción de unos 16 minutos, algo nada descabellado en un grupo de metal progresivo, pero que, en el momento en el que la ejecutan, te hace lamentar que no hayan habilitado las gradas. Siempre que he podido, he procurado ver los conciertos en pista, pero si vas más con la intención de observar la destreza de unos músicos que de bailar pogo como un descerebrado en un mosh, pues opino que el graderío puede ser ideal para tal menester (¡¡Llámenme loco!!) y, de paso, uno se ahorra ver los preciosos smartphones, las banderitas y los cabezones, que cómodamente se instalan en tu campo de visión, eclipsando el escenario.

El tercer tema, también del último LP, fue ‘Fall into the Light’. En los últimos conciertos fueron alternándolo en el setlist con ‘Paralyzed’, que incluyeron un par de días antes en Barcelona.

Prosiguieron con ‘Barstool Warrior’, luego ‘In the Presence of Enemies, Part I’ y terminaron este primer bloque con ‘Pale Blue Dot’. Toda la actuación estuvo acompañada de vídeos proyectados, al fondo, en la parte superior del escenario. Mientras tocaban este último (que, en lengua cervantina, se traduciría como “un punto pálido azul”), se observaban imágenes del espacio, planetas, estrellas… Ya en una entrevista, el guitarrista John Petrucci se mostró fascinado por esta temática.

Acabaron este bloque en el que, además de saludar a los asistentes, James Labrie (vocalista) alabó la ciudad, el vino, la comida y las féminas de Madrid, como hizo dos días antes y con las mismas palabras en la Ciudad Condal. Una nimiedad, ya que pagamos una entrada para que nos regalaran los oídos no con halagos, sino con sus extraordinarias composiciones. Cierto es que, para algunos, James Labrie no estuvo a la altura del resto del grupo y, según dicen, le cuesta horrores llegar a ciertos tonos. Sin embargo, todos coinciden en que mejoró muy notablemente en la segunda parte.

Después de un descanso de quince minutos largos, volvieron al escenario y se escuchó el tictac del reloj con el que se hipnotiza a Nicholas en la intro ‘Regression’ del disco de 1999. Fue la primera obra conceptual de la banda, donde narran una historia basada en la reencarnación, la infidelidad, los celos y el asesinato. En el proyector nos presentaron a los personajes de la historia, dibujados como en una de esas novelas gráficas que tanto gustan en la redacción milkbariana.

Después de la espléndida instrumental ‘Overture 1928’, llegó el momento de ‘Strange Déjà-Vu’, muy bien recibida por el público.

‘Through my Words’ es una balada de un minuto que sirvió de intro para el quinto corte, ‘Fatal Tragedy’, uno de los más pesados (en el sentido heavy de la palabra, no me malinterpreten) del disco.

‘Beyond this Life’ nos dio (una vez más y fueron unas cuantas) la posibilidad de ser testigos de la enorme capacidad de Jordan Rudess en el teclado y John Petrucci en la guitarra. Una de esas canciones de Dream Theater de más de 10 minutos, en las que se explayan con solos interminables para regocijo de los fans y desesperación de aquellos cuya falta de paciencia les impide disfrutar de este género musical.

‘Through her Eyes’ nos trajo el momento más emotivo de la noche. James Labrie se sentó y cantó esta balada como en uno de esos unplugged que tanto se pusieron de moda en su día. A la belleza de esta pieza hay que añadir el sentido homenaje que hicieron a distintas personalidades del rock. En la proyección se pudieron ver dibujos que representaban un cementerio, en el cual apareció el nombre de Victoria Page (protagonista de la historia) en una lápida, tras lo cual se vieron otras inscripciones con los nombres de Abbot (Dimebag Darrel de Pantera), Bowie, Peart (batería de Rush), Burton (muchos dicen que es por Cliff, pero podría ser por su padre, recientemente fallecido y que destinó el dinero que recibió por el trabajo de su hijo a ayudar a chicos que querían ser músicos) y varios más. Labrie bromeó y nos preguntó si se nos había escapado alguna lágrima y, acto seguido, anunció que llegaba el momento de ‘Home’, según él, la canción más heavy del álbum y, probablemente, la favorita de los seguidores de la banda. Ciertamente fue muy bien recibida y seguramente la que más algarabía provocó. Casi trece minutos (que llegan a hacerse cortos) de pura intensidad, cambios de ritmo y solos.

La segunda pieza instrumental ‘The Dance of Eternity’ brindó la oportunidad nuevamente a Rudess y Petrucci de lucirse y a Labrie de tomarse un pequeño descanso.

‘One Last Time’ es otra balada que aprovechó Labrie para incitar a los asistentes a cantar con él y a usar mecheros y smartphones como farolillos.

‘The Spirit Carries On’ protagonizó otro momento emotivo. Era el penúltimo tema y daba paso al último corte del álbum, ‘Finally Free’, canción tranquila en la que se narra el fatal desenlace de la historia de Victoria, Nicholas y compañía.

Se encendieron las luces y la banda se retiró, pero nadie dudaba de que aún quedaba más. ‘At Wit´s End’, fue la guinda del pastel, el tema más largo (9 minutos) de un Distance over Time, que, a diferencia de la mayoría de sus discos, se compone de piezas de una duración más convencional.

Y con esto y un bizcocho terminaron su “mini-show” de casi tres horas. Para los más quisquillosos, un concierto con una regular o incluso mala actuación de Labrie. Para los menos perfeccionistas (para la mayoría) una experiencia maravillosa e inolvidable que nos deja con ganas de volverlos a ver y de reescuchar su discografía.