Hablemos de discos. Bueno, de portadas de discos. Porque cuando se habla de este o aquel, aparte de referirse uno al susodicho elepé con su determinado título, se viene a la cabeza una imagen: la portada. Por lo menos a mí.
Al que escribe siempre le llamaron la atención las portadas de los discos de rock duro y heavy metal, como buen fan del género.
Y no solo portadas. De niño recuerdo visitar al primo mayor y sentir miedo por aquellos pósteres colgados de la pared que representaban monstruos o seres fantásticos, o igualmente sentir esa curiosidad incipiente por figuras femeninas semidesnudas, en ambientes apocalípticos, imágenes todas ellas coronadas por logos o letras llamativas con nombres como:
IRON MAIDEN
WHITESNAKE
DEF LEPPARD
…o cualquier otra banda de esas.
-“Primo, ¿por qué te gusta ese zombie que se llama Iron Maiden?”
-“No es un zombie, zoquete, es un grupo de jevi”.
Aquel póster era, si no me falla la memoria, la portada del single de The Number of the Beast, y quizás marcara el comienzo de un interés por la música rock, la subcultura del metal, una obsesión por todo lo relacionado con ello que duraría los años de adolescencia: las carátulas, los logos de las bandas, las letras, las camisetas, los parches, las sudaderas. Todo ello.
A partir de este momento la portada y el disco se convierten en algo indisociable. Más si cabe, cuando la misma es poderosa y penetra fácilmente en el que la observa, ya que algunas ejercen una atracción incontrolable. Para un chaval fácilmente impresionable esas carátulas van a quedarse grabadas a fuego en la conciencia.
Y uno se pregunta, ¿dice mucho la portada de un disco? ¿en qué medida representa visualmente el contenido musical?
Esto tendría más sentido para ciertos estilos musicales que para otros, pues, si un grupo de heavy metal como Manowar habla en sus canciones de temas como la fantasía, las espadas, la brujería o la mitología nórdica, se espera que en sus portadas aparezcan estos elementos.
No así con los artistas pop, claro. Porque en su mayor parte, sobre todo en los inicios del género a mediados del siglo XX, y con la publicación de singles y álbumes, la gran mayoría de los mismos tenían como imagen frontal una simple foto del jeto del artista (también de los primeros álbumes de rock and roll). En todo caso, es curioso que dependiendo del estilo de música las cubiertas van a regirse por el mismo patrón, lo cual nos da una idea de hasta qué punto una buena portada puede ser importante y definitoria de un género.
Pongámonos en la piel del músico. La portada de un disco es un medio más de promoción. En algunas ocasiones es hasta la carta de presentación. Si la misma es llamativa, puede despertar una curiosidad en el comprador si este no conoce al artista. Para los cantantes pop originales, la cuestión radicaba en darse a conocer y, si se tenía una cara bonita o buena presencia, pues más que mejor.
En otros géneros, como el rock, ha habido una historia y evolución respecto a las cubiertas, comenzando con simples fotos de los miembros del grupo hasta ir apareciendo bandas que tanto desde el punto de vista musical como visual (carátulas, puesta en escena, imagen, etc.) fueron rompedoras y cuyas portadas son ya icónicas y parte de la imaginería colectiva.
Imaginemos a un amante de la música en una época no muy lejana y en la que no existía Internet como medio de descubrir y escuchar música. ¿Qué pasa cuando, en una tienda de discos, navegando por los cientos de vinilos dispuestos alfabéticamente sobre las mesas, da con una portada que le llama la atención o le asombra? Por aquel entonces, se trataba de discernir de algún modo el contenido de la caja, por así decirlo, y apostar por comprar un disco dejándose llevar por el efecto hechizante de la portada podía salirte bien o no. O podía ser un motivo para interesarse por ese grupo, descubrir otros, o yendo más allá, hasta comprarlo.
Como en una ocasión, en la que la decisión de comprar el Under the Influence de Overkill se tomó en base a su carátula. Ocurrió un cierto verano noventero en Madrid Rock (aquella magnífica tienda de discos ya desaparecida, como otras miles) con mi otro primo no tan mayor. Echando un ojo en la sección de metal, dimos con la portada, fantástica por cierto. Nunca habíamos escuchado esa banda. Pero esa ilustración actuó de influjo. Ejerció una atracción y un magnetismo que derivó en un interés por conocer lo que ofrecían.
Luego al escucharlo el hechizo se deshizo. No por ser mal disco. Sólo recuerdo desencanto con la voz del cantante. Años después, el cedé acabó en manos de un colega thrashero fan de la banda y famoso colaborador de Milkbar.
Es que muchas veces la cubierta no hace justicia al contenido. Hay grandes discos con portadas horribles y viceversa. No obstante, los responsables de las mismas no son generalmente los propios músicos, no es el caso.
El músico se tiene que valer de otros artistas para que el concepto de álbum adquiera su dimensión más completa con una portada acorde con la calidad de la música.
Y he aquí el leitmotiv de este artículo, reivindicar al artista creador de esas maravillosas portadas: diseñadores y artistas gráficos, dibujantes, ilustradores o fotógrafos cuyos nombres son desconocidos para el gran público pero que ayudaron a dar a conocer y a asociar esos discos clásicos con sus propias portadas consideradas también obras de arte. Empecemos.
Hipgnosis. La fábrica
Es probable que a muchos aficionados al rock este nombre no les diga nada. Pero, ¿y si dijéramos que discos como Wish You Were Here de Pink Floyd, The Lamb Lies Down in Broadway de Genesis, Lovedrive de Scorpions o Difficult to Cure de Rainbow tienen en común algo más que el ser obras importantes de la historia del rock?
Sus portadas fueron creadas por Hipgnosis, una especie de grupo de artistas gráficos británicos que desde finales de los 60 hasta principios de los 80 estuvo al servicio de un gran número de grupos importantes dentro del rock como AC/DC, Led Zeppelin, Black Sabbath, Electric Light Orchestra, Paul McCartney, UFO o Styx, junto con los anteriormente nombrados, entre otros muchos.
Su enfoque era predominantemente fotográfico, siendo pioneros en el uso de técnicas visuales innovadoras en su momento, como las exposiciones múltiples, trucos de iluminación o los retoques fotográficos (conocido después como photoshop).
Ganaron notoriedad con The Dark Side of the Moon de Pink Floyd, y a partir de ahí el número de portadas y colaboraciones fue en aumento, llegando a las casi 250, un catálogo enorme.
Sus creaciones representaban escenas confusas, estrafalarias, perturbadoras, humorísticas, absurdas, filosóficas, y en ocasiones la portada contaba una historia relacionada con la letra de alguna canción del disco o con el título del elepé. Funcionaban muy bien como imagen definitoria de la música que ofrecían la mayoría de bandas de rock progresivo de la época y conseguían expresar de alguna manera visualmente el concepto musical que las caracterizaba.
Portadas y contraportadas que, lejos de ser un complemento a un soporte físico, son capaces de transmitir algo más, apoyándose por supuesto en la música que contienen, y asimismo, de transportarte a otro estado o lugar. En definitiva, que la función original de esa cubierta no es única y precisamente la de “cubrir” para después caer en el olvido. Justo todo lo contrario.
Si eras una banda de rock progresivo tenías que tener una de Hipgnosis. Y si a tí, querido lector, te gusta el rock de los años 70 especialmente, échale un vistazo a tu colección de cedés o vinilos, porque es muy posible que tengas una de Hipgnosis.
Hasta aquí la primera parte de esta retrospectiva. Pronto más portadas, más discos y más creadores.
La banda sonora de este artículo
- Iron Maiden – The Number Of The Beast (1982)
- Whitesnake – Love Hunter (1979)
- Pink Floyd – Shine on Your Crazy Diamond (1975)
- Rainbow – Can’t Let You Go (1983)
- Bad Company – Good Lovin’ Gone Bad (1975)
- Overkill – Hello from the Gutter (1988)
- 10cc – Dreadlock Holiday (1978)
- Scorpions – Always Somewhere (1979)
- Peter Gabriel – Solsbury Hill (1977)
- T-Rex – Jeester (1971)
- Alan Parsons – Eye In The Sky (1982)
- Styx – Blue Collar Man (1978)
- Caravan – The Show Of Our Lives (1975)
- Genesis – The Lamb Lies On Broadway (1974)
- Manowar – Blow Your Speakers (1987).
Gran artículo y superinteresante esperando con ganas como sigue la 2a parte…
¡Jugosísimo articulo! Tengo casi todos los discos que aparecen en la entrada y nunca me había planteado que la portada de todos fueran del mismo equipo artístico.
¡Qué estupendo artículo! ¡Qué gran tienda Madrid Rock! ¡Y qué señor disco el «Under the Influence»! No le falta razón al afirmar que no es mal disco. No me parece el mejor de su discografía, y no se lo recomendaría a nadie que no fuera aficionado al thrash, porque muy probablemente se le haría muy pesado. Sin embargo, tiene un temazo que a cualquier amante del metal en general le puede gustar, y no es otro que «Hello, from the váter» 😉