El pasado jueves se me acercó un compañero de trabajo de nacionalidad británica y me deslizó su teléfono móvil con una noticia abierta en el navegador: «Fallece Sir Clive Sinclair». Tras unos segundos de silencio, ambos intercambiamos miradas y únicamente un par de palabras. Resultó curioso comprobar cómo ambos éramos plenamente conscientes de lo que esta noticia significaba sin necesidad de añadir mucho más.
Este artículo no pretende ser una referencia biográfica exhaustiva. Lo planteo únicamente como una breve reflexión personal acerca de esta figura y de lo que para mí representa. Igualmente, habrá lectores que estén de acuerdo y otros que no; en cualquier caso, era de obligado cumplimiento escribirla.
¿Quién era Sir Clive Sinclair?
Clive Sinclair fue un ingeniero británico en electrónica. Desde muy joven despuntó por su gran habilidad para las matemáticas y la física, hasta el punto de que sus profesores decidieron adelantarle varios cursos. Sin duda, el hecho de provenir de una familia de ingenieros debió de influirle, pero aún así, la voracidad con la que este muchacho autodidacta devoraba todo el material relacionado con la electrónica que llegaba a sus manos era igualmente destacable.
A finales de los 40 y principios de los 50, la electrónica era una ciencia que estaba en pleno desarrollo. El mundo entero estaba pendiente de los avances que llegaban desde el otro lado del charco, y el joven Sinclair no era menos. Cuando en 1947 Brattain, Shockley y Bardeen inventaron el transistor se dio el pistoletazo de salida a una carrera que hoy en día aún perdura.
Ya muy pronto, mientras el barbilampiño Sinclair terminaba sus estudios secundarios, comenzó a hacer de las suyas. Contactó con varias editoriales del mundillo y consiguió empleos como redactor y editor en varias revistas para aficionados a la electrónica.
Varios de sus diseños fueron publicados recibiendo además una muy buena acogida. Por si fuera poco, gracias a su empleo de editor tuvo la oportunidad de revisar los diseños que otros ingenieros experimentados enviaban a la revista, lo que le permitió refinar sus conocimientos y adquirir un grado avanzado, hasta el punto de incluso acabar publicando una amplia serie de manuales de electrónica para una de estas editoriales. Estos libros se reeditaron varias veces y atesoraron unas críticas excelentes.
Con la mayoría de edad recién cumplida, Clive Sinclair ya se había convertido en una figura reconocida dentro del mundo de la electrónica en su país. A nadie le sorprendió cuando rechazó emprender estudios universitarios superiores. Estaba decidido a fundar su propia compañía electrónica lo antes posible…
Sinclair, el emprendedor
Clive tenía muy claro el tipo de empresa que quería fundar y su idea de negocio: la venta de kits de electrónica por correo. Este tipo de producto, hoy en día absolutamente en desuso, era por aquella época el punto de encuentro entre los entusiastas del sector. Se trataba de algo asequible; Básicamente un kit de electrónica consistía en un diagrama que mostraba el circuito que se iba a montar, un set de componentes electrónicos para ensamblar, un documento en el que se explicaban los principios teóricos por los que se regía el montaje, y, algunas veces, una placa de circuito impreso con las perforaciones ya realizadas que permitía centrarse solo en soldarle los componentes. No se incluía caja, ni embellecedores, ni fuente de alimentación… ni producto terminado alguno. Aquí simplemente te pasabas unos días montando todo… ¡¡E incluso te explotaba en las narices si soldabas un condensador a polaridad invertida!!
A pesar de lo específico de este mercado, Sinclair Radionics (la primera de sus empresas) empezó a destacar entre los aficionados. La receta de Sinclair estaba muy afinada: seleccionaba componentes fáciles de conseguir y los compraba al mercado asiático en cantidades suficientes como para poder ofrecer precios muy competitivos. A esto habría que unir la calidad de sus diseños, y el hecho de que Sinclair era ya conocido en el gremio.
Sinclair Radionics fabricó durante su primera etapa cientos de kits diferentes de muy diversos tipos: radio, operador por sensor, alimentación, herramientas para electrónica, y una mención especial para sus magníficos montajes de audio, donde llegaron incluso a ofrecer equipos de alta fidelidad que por primera vez, se ofrecían como producto terminado y que incluso se llegaron a vender en algunas cadenas de grandes almacenes británicas.
La demanda de productos Sinclair avanzaba de tal forma que incluso desbordaba la producción. Igualmente, la ciencia electrónica había ya entrado en la era de los circuitos integrados con todo lo que eso iba a significar.
El camino al Spectrum
A mediados de los 60 empezó a importarse a Reino Unido un singular producto procedente de EEUU y Japón: la calculadora.
Las calculadoras estaban consideradas como un artículo snob; nadie discutía su utilidad, pero eran muy caras (y pesadas) debido a que se necesitaban una gran cantidad de componentes electrónicos para implementar las operaciones básicas de suma y resta… y no digamos ya las de multiplicación y división que eran mucho más complejas… Esto iba a cambiar cuando en 1971 la compañía estadounidense Texas Instruments presentó el circuito integrado TMS1802, que agrupaba toda la electrónica necesaria para modelar una calculadora (unos 7.000 transistores) en un único chip. Dicho acontecimiento atrajo considerablemente la atención de Clive Sinclair, quien decidió incorporar calculadoras de circuito integrado al catálogo de productos de su nueva empresa: Sinclair Research.
Las calculadoras pueden parecernos un producto más o menos simpático, pero la realidad es que ocultan algo más: una calculadora básica primigenia solo era capaz de ejecutar las operaciones aritméticas básicas. En un refinamiento posterior aparecieron las calculadoras científicas, que añadieron más funcionalidad y operaciones. Por último, las calculadoras científicas programables fueron las antecesoras directas de los ordenadores personales… ¡Y era aquí a dónde se dirigía Clive!
En 1976, Wozniak y Jobs presentan su Apple I, el primer ordenador personal de la historia. La máquina se vendía en forma de placa y sin fuente de alimentación ni teclado, su aspecto visual externo era más bien horrible y su precio no era precisamente barato para la época: 666 dólares. A pesar de todo esto, una gran cantidad de empresas fabricantes de productos electrónicos (incluyendo por supuesto a Sinclair Research) pusieron el punto de mira en la creación de los dos Steve. A fin de cuentas, una calculadora científica programable podría interesar solo a un puñado de personas en el mundo, pero un ordenador personal… ¡¡Eso podría interesar a cualquiera!!
La primera incursión de Sinclair Research en el mundo de los ordenadores personales se produjo en 1977, cuando otro ingeniero británico, Ian Williamson, contactó a Sinclair para ofrecerle el diseño en el que estaba trabajando: un microordenador básico basado en el microprocesador SC/MP de National Semiconductors. Este diseño era aún más horrible que el del Apple I, y bastante menos versátil ya que únicamente incluía un pequeño teclado de 20 teclas de calidad cuestionable como entrada y un panel de 9 lucecitas LED como salida (no podía conectarse a un televisor como el genial Apple I). A pesar de todo, Sinclair se lio la manta a la cabeza y decidió comercializarlo para sondear el mercado. Fiel a su estilo, Sinclair lo ofreció en formato de kit con la denominación «Sinclair MK14« al rompedor precio de 40 libras. La poca versatilidad de la máquina, que no era mucho más que una pequeña herramienta con la que introducirse en el mundo de la programación en código máquina, no fue obstáculo para acumular unas ventas más que aceptables.
El ZX80, el primer microordenador puro de Sinclair ve la luz en 1980. Presentaba una gran cantidad de mejoras con respecto al MK14, empezando por estar basado en el excelente microprocesador Z80 de la empresa estadounidense Zilog. Otras mejoras fundamentales fueron la capacidad de conectarlo a un televisor, el intérprete BASIC que permitía al usuario escribir programas en un lenguaje sencillo, o el interfaz de conexión con una unidad de cassette para grabar dichos programas.
En 1981 sale a la venta el sucesor del ZX80, el ZX81. Esta unidad incorporó todos los avances del ZX80, a los que añadió un acabado infinitamente superior al del ZX80 y mucha mayor versatilidad en la programación (incluía el doble de memoria ROM). De todas formas, el mayor logro de esta máquina fue su precio: 70 libras completamente montado, nada mal si tenemos en cuenta que en comparación, un Apple II (eso sí, máquina muy superior en prestaciones) venía a costar 1.200 dólares.
Después de vender la friolera de millón y medio de unidades del ZX81, Clive Sinclair tomó a su mejor ingeniero Richard Francis Altwasser y le pidió pulir todos los defectos del ZX81 para preparar el nuevo modelo ZX82 y acercarlo un poco más a los modelos de superiores prestaciones que ofrecía la competencia. No era tarea sencilla, ya que grosso modo hablamos de:
- Aumentar la memoria RAM
- Mayor resolución para gráficos
- Sonido !
- Color !
… y por supuesto, siguiendo la filosofía Sinclair a pies juntillas: precio hiperajustado.
Por último, aprovechando el impacto visual que iba a producir la nueva máquina, alguien sugirió cambiar la denominación del producto por la de «ZX Spectrum».
El ZX Spectrum
Un mes de abril de 1982 ve la luz el ZX82 de Sinclair, con el nombre comercial «ZX Spectrum». Salen a la venta dos versiones diferentes: 16 KB y 48 KB de RAM con precios absolutamente rompedores: 125 y 175 libras respectivamente. El ZX Spectrum era de lejos el microordenador con sonido y color más económico sobre la faz de la tierra.
De un primer vistazo, la criatura de Altwasser no dejaba a nadie indiferente. Era pequeñito (mucho más que otros microordenadores de la época), su cubierta era de un negro lustroso e incluía un distintivo en forma de cuatro franjas colores que formaban un característico contraste con la cubierta. El teclado era terriblemente pequeño y de goma, asemejándose al teclado de una calculadora más que al de un microordenador.
El ZX Spectrum era una máquina curiosa. Empaquetar todo lo que este equipo ofrecía a un precio tan competitivo obligó a los ingenieros de Sinclair, encabezados por Altwasser, a devanarse los sesos y a desempeñar una serie de «trucos» de ingeniería de los cuales el primero fue el propio teclado del microordenador. Era evidente que el material usado no era el mejor, pero esto combinado con la estrategia de obligar al usuario a pulsar combinaciones de teclas para ejecutar ciertas acciones y así ahorrarse más teclas, abarató el precio considerablemente.
En cuanto al sonido, el ZX Spectrum era un desastre. Los chips integrados especializados en audio eran caros y obviamente Altwasser se vio obligado a prescindir de ellos. Finalmente, decidió cortar por lo sano y reducir la generación de audio al microprocesador central Z80 que enviaba la señal a un zumbador de baja calidad instalado en la placa base de la máquina. Sobre el papel, esta arquitectura solo era capaz de generar un sonido a la vez, resultado terriblemente pobre para reproducir música. Teoricamente, claro está…
Finalmente estaba el color. El ZX Spectrum poseía una paleta de 15 colores (7 colores en 2 intensidades distintas más el negro) y una resolución gráfica de 256 x 192 píxeles. Estos números sobre el papel eran más que interesantes para un microordenador de la época, pero claro… había gato encerrado.
Si hacemos el cálculo, la cantidad de memoria de video que necesitaríamos para almacenar una pantalla en las condiciones de arriba… ¡¡Se nos iría hasta las 24 KB!! Un poco largo, teniendo en cuenta que en su versión más barata el equipo solo podría disponer de 16 KB, incluyendo aquí la memoria de video, por supuesto. ¿Cómo pudo Altwasser solucionar este problema? Con otro «truco» de ingeniería: dividió la pantalla en 768 pequeños bloques y añadió la restricción de que dentro de cada bloque solo podrían combinarse dos colores diferentes. Esta estrategia dejaba la cantidad de memoria para almacenar una pantalla en algo menos de 7KB, lo cual era perfecto; pero lógicamente, también provocaba que si por algún motivo coincidían más de dos colores en un bloque, el sistema iba a darle prioridad a los dos colores del ultimo elemento pintado, y los iba a echar encima de cualquiera otros colores que hubiese en ese bloque. Este defecto se denominó «Attribute Clash» (Choque de atributos) y, como veremos, también tendrá su historia.
El legado del Spectrum
El ZX Spectrum vendió la friolera de 5 millones de unidades hasta su desparición en 1992. Fue de largo el microordenador más vendido en Europa y cambió definitivamente las reglas de juego. Se ofreció a un precio tan competitivo que cualquier familia media de clase trabajadora podía permitírselo, y esto hizo que se convirtiera en un regalo recurrente de padres a hijos. A fin de cuentas, por aquella época ya se percibía que la informática iba a ser el futuro, y la posibilidad de ofrecer a sus hijos un primer ordenador con el que experimentar se concebió como una excelente oportunidad que muchos padres no desaprovecharon, sobre todo a tan económico precio.
Los recién llegados usuarios de Spectrum se encontraron con una máquina difícil de domar y llena de limitaciones, pero poco a poco y combinando ilusión, creatividad e intercambiando conocimientos o extrayéndolos de las muchas publicaciones especializadas que empezaron a aparecer, comenzaron a crear cosas maravillosas y a desafiar las restricciones de la propia máquina.
Varios de los usuarios pronto abandonaron el lenguaje de programación BASIC nativo que ofrecía el Spectrum para tratar de aprender los arcanos secretos del lenguaje de máquina, en pos de obtener los poderes necesarios para manipular la máquina a su antojo y a una velocidad muy superior. Algunos de estos usuarios experimentaron con la triste arquitectura de audio del Spectrum, lograron manipular la rutina de generación de sonido que incorporaba el ordenador y mediante el envío de las señales de interrupción adecuadas al microprocesador consiguieron el efecto de reproducción de varias notas musicales al mismo tiempo. ¡¡Hay incluso quien afirma haber escuchado hablar al ZX Spectrum!!
En cuanto al famoso «Attribute Clash», tampoco consiguió achantar a este imparable grupo de creativos usuarios. Empezaron a aplicar una serie de estrategias a cada cual más refinada con tal de suprimir definitivamente este defecto visual. Desde usar únicamente dos colores en toda la pantalla (solución más obvia pero fea) a procurar construir las pantallas evitando que coincidiesen en un bloque más de dos colores, o incluso hacer los sprites transparentes con el fondo, huyendo así de los colores fijos. Finalmente, unos años después de que el ZX Spectrum fuera discontinuado, alguien presentó un motor gráfico que eliminaba definitivamente el «Attribute Clash» usando sincronismos.
Reflexión personal
Para mí, Sir Clive Sinclair representó una figura de vital importancia en los albores de la tecnología digital y de la microinformática. Bien es cierto que siempre quedó eclipsado por la figura de otros pioneros como pudieron ser Wozniak y Jobs. Aún así, particularmente su papel en el desarrollo de la microinformática en Europa es incuestionable, al igual que su contribución al establecimiento de toda una generación de programadores que empezó con alguna de sus máquinas. Su obstinado empecinamiento en ofrecer sus productos a precios rompedores (algo que, nunca está mal decirlo, Jobs jamás estuvo interesado en hacer) supuso el poder ofrecer estas increíbles herramientas de desarrollo creativo a un espectro mucho más amplio de personas… y no olvidemos que muchas de esas personas pudieron continuar en la industria y seguir ofreciéndonos cosas increíbles.
En mi caso particular, mi primer ordenador fue un Spectrum. Aprendí los conceptos básicos de la programación con él y actualmente me sigo ganando la vida en este sector.
Muchas gracias, Sir Clive Sinclair, en nombre de Milkbar fanzine.
Realmente no deseo ser muy rico. Quiero decir, he llegado a ser muy rico, pero fue algo que simplemente pasó. Quiero tener, lógicamente, suficiente dinero, como cualquiera, pero no es el centro de mi vida.
Sir Clive Sinclair
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