Guarda, que es podenco

Este fin de semana, navegando por la red, pude enterarme de la estupenda noticia de la que nos queremos hacer eco en la redacción de Milkbar Fanzine, a saber: los podencos palmeros que se hallaban en una especie de balsa seca y difícilmente accesible por las coladas de lava, están sanos y salvos.

El volcán Cumbre Vieja (La Palma) entró en erupción el pasado 19 de septiembre, habiendo dado señales los días previos mediante los más de veinte mil de seísmos que se registraron. Durante este mes, los ríos de lava han causado y siguen causando numerosos daños en edificaciones e infraestructuras, a la par que va transformando el paisaje de esta isla canaria en su paso inexorable hacia el mar. Y, por si fuera poco, a la desazón que sufre la población palmera por todos estos destrozos hay que añadir la incertidumbre, pues todo el proceso de la erupción es tan impredecible que no se puede atisbar el momento de su cese.

Este fenómeno natural ha gozado de una gran cobertura mediática y, a diferencia de erupciones de décadas y siglos pasados, ha podido ser monitorizada y estudiada con unos medios de los que no se podía disponer antaño. Gracias a esta enorme exposición en televisión, radio y prensa escrita, nos hemos ido familiarizando con términos específicos que solo conocían expertos en la materia o residentes en zonas cercanas a algún volcán, como fajana, colada o piroclastos; hemos tenido la posibilidad de escuchar los análisis científicos de geólogos y vulcanólogos; y también ha habido espacio para conocer historias personales de algunos afectados.

¿Galgos o podencos?

Entre los hechos derivados de este desastre natural, probablemente aún se recordará dentro de varios años, el que tiene como protagonistas a seis canes, puesto que, desde que salieron las primeras imágenes de lo que, en un principio, se creía que era un gato aislado por las coladas, se levantó una enorme expectación en las redes sociales, volviéndose viral y con numerosas voces reclamando que se tomaran medidas para auxiliar a los perros.

Imagen viralizada en las redes sociales en los últimos días.

Al igual que, como dijimos anteriormente, se fueron generalizando por medio de la prensa vocablos relacionados con la actividad volcánica, también ha saltado a la palestra la raza de estos cánidos y ha aflorado una duda que durante siglos se ha planteado en reiteradas ocasiones dentro de los límites de nuestra geografía nacional: ¿son galgos o podencos?

Ya en la obra cervantina, más concretamente en el prólogo a la segunda parte del Quijote, el autor le dedica al creador del apócrifo Quijote de Avellaneda unos relatos muy escuetos, dos de ellos protagonizados por un loco y en los que se narran las manías de sus personajes principales con los pobres canes. Es en el último donde el desdichado perro, que sufre las consecuencias de los delirios del protagonista, resulta ser un podenco. Y no es un detalle insustancial, sino que la raza del cánido es un factor determinante en el desarrollo de la trama del pequeño cuento que desde Milkbar os invitamos a leer:

Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un pedazo de losa de mármol o un canto no muy liviano, y en topando algún perro descuidado, se le ponía junto y a plomo dejaba caer sobre él el peso. Amohinábase el perro y, dando ladridos y aullidos, no paraba en tres calles. Sucedió, pues, que entre los perros que descargó la carga fue uno un perro de un bonetero, a quien quería mucho su dueño. Bajó el canto, diole en la cabeza, alzó el grito el molido perro, violo y sintiólo su amo, asió de una vara de medir y salió al loco y no le dejó hueso sano; y cada palo que le daba decía: «Perro ladrón, ¿a mi podenco? ¿No viste, cruel, que era podenco mi perro?». Y repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña. Escarmentó el loco y retiróse, y en más de un mes no salió a la plaza; al cabo del cual tiempo volvió con su invención y con más carga. Llegábase donde estaba el perro, y mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra, decía: «Este es podenco: ¡guarda!». En efeto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen alanos o gozques, decía que eran podencos, y, así, no soltó más el canto. Quizá de esta suerte le podrá acontecer a este historiador, que no se atreverá a soltar más la presa de su ingenio en libros que, en siendo malos, son más duros que las peñas.

Después del tremendo vapuleo, el perturbado aprende la lección a su manera, ya que, aun teniendo la intención de seguir con sus fechorías, confunde todo perro que ve con un podenco y termina cohibiéndose. En este caso, seguramente de forma intencionada, Cervantes menciona alanos (también conocidos como bulldogs españoles) y gozques (que más que de una raza se trataría de un grupo de perros pequeños, entre los que se incluirían, por ejemplo, a los bodegueros) para resaltar ese escarmiento, puesto que dichas variedades de perros no guardan especial similitud con los podencos, como sí sucede con los galgos.

Izquierda: alano. Derecha: bodeguero, considerado un tipo de gozque

En el siglo XVIII, Tomás de Iriarte publicó sus Fábulas literarias (1782), siendo la más famosa la titulada ‘Los dos conejos’, que fue la que popularizó la expresión “¿Son galgos o podencos?”. En ella se cuenta que un conejo es perseguido por dos galgos. Se cruza con otro conejo que le pregunta que adónde va con esas prisas. El primero le contesta que le acechan dos galgos, a lo que el segundo replica que no se trataría de dos galgos, sino de dos podencos. Enfrascados en el debate, no advierten cómo se acercan los canes y acaban siendo cazados. Como toda fábula, esta también tiene su moraleja y no es otra que la de no desviarse del asunto principal enredándose con cuestiones superficiales.

La confusión de los conejos de la fábula tiene más razón de ser que la del loco, ya que es mucho más comprensible, para alguien que no sea muy conocedor de estas variedades perrunas, la dificultad para distinguir un galgo y un podenco. Sin embargo, no hace falta estar muy ducho en la materia para percatarse de la falta de semejanza entre un podenco y un alano.

¿Cómo diferenciarlos? En primer lugar, hay que partir de la base de que no existe un solo tipo de galgo ni un solo tipo de podenco.

Podríamos pensar que basta con afirmar que si el animal tiene pelo corto (de unos dos o tres cm), sería un galgo y si lo tuviera duro (de unos seis cm aprox. o más) se trataría de un podenco. No obstante, hay bastantes variedades de podenco de pelo corto, como también galgos de pelo duro como el lebrel escocés o el galgo ruso (o borzoi).

Izquierda: deerhound o lebrel escocés. Derecha: borzoi o galgo ruso

El tamaño del animal sí que podría darnos una buena pista. Los galgos por lo general son bastante grandes, de una altura que suele sobrepasar los 70 cm. En cambio, los podencos suelen ser considerablemente más pequeños, aunque la variedad ibicenca sí puede alcanzar el tamaño de un galgo medio. También se pueden encontrar ejemplares de podenco canario de gran estatura, de la misma manera que hay galgos de dimensiones más modestas, como el galgo italiano (30-40 cm).

Si hay algo que es común a todos los tipos de podencos, es la forma de sus orejas. Algunos pueden tenerlas más pequeñas que otros, pero todos pueden erguirlas totalmente quedando puntiagudas, algo que ningún tipo de galgo puede hacer. Cierto es que cuando están excitados, como en el momento de la caza o cuando corren en general, los podencos siempre llevan las orejas gachas, así que es natural que los conejos de la fábula dudaran entre ambas razas.

Orígenes y variedades de podenco.

Se estima que los podencos, así como los galgos, proceden de una raza extinta, el tesem, que habitaba en el Antiguo Egipto, aproximadamente 3000 años antes de Cristo. Se han encontrado representaciones en paredes de pirámides y otros monumentos egipcios, en las que aparece este tipo de perro. En 1935, el egiptólogo George Reisner encontró una inscripción donde se hablaba del funeral de Abuatiu, que resultó ser la mascota de un faraón de la Sexta Dinastía. Se interpretó que el nombre del animal podría tener origen onomatopéyico, por su forma de ladrar, pero también hay quien ha intentado traducirlo como “con orejas puntiagudas”.

Relacionando a los podencos con el Antiguo Egipto es lógico imaginarse que el dios Anubis (representado muchas veces como un ser mitad hombre mitad cánido y otras completamente como cánido) podría ser en realidad un tesem, sin embargo en este asunto hay una opinión mayoritaria que afirma que se trataría de un chacal.

Izquierda: representación del dios egipcio Anubis, como mitad hombre y mitad chacal.
Arriba a la derecha: dios Anubis encarnado en un chacal.
Abajo a la derecha: ejemplar de chacal de lomo negro.

De todos modos, está claro que existió una raza en el Antiguo Egipto muy parecida a nuestros podencos actuales, que era muy apreciada y que acabó llegando a nuestra península, así como a otros lugares del Mediterráneo, muy probablemente de la mano de los fenicios. De ahí evolucionarían y surgirían otras variedades, como algunas de las que veremos a continuación.

La FCI (Federeación Cinológica Internacional) solo reconoce cinco tipos de podenco:

 

Podenco ibicenco. Suele ser la variedad de mayor tamaño, pudiendo llegar los machos a sobrepasar los 70 cm. Los hay de pelo corto y de pelo duro, y abundan los de color blanco con manchas marrones. Aunque es un rasgo común a todos los podencos, los ibicencos destacan por su agilidad, siendo capaces de dar grandes saltos, y por su elegancia reflejada en su habitual forma de trotar.

 

Podenco canario. Algo más pequeños que sus primos de las Baleares, pero también considerados grandes. Normalmente son de pelo corto y suelen ser completamente marrones. Como todos sus congéneres es especialmente activo y bastante terco. Se adapta muy bien al terreno y suele ser muy apreciado por su habilidad innata para la caza, cualidad que es capaz de mostrar con poca edad y casi sin adiestramiento.

 

 

Podenco del faraón. Pharaoh hounds como se les conoce en lengua shakespeariana (el vocablo hound, en contraposición a dog, es específico para los perros de caza). Oriundos de Malta y, como los demás, traído a esta isla por los fenicios. De un tamaño mediano-grande (entre 50 y 60 cm) y un color similar (canela oscuro) a los canarios, aunque en estos últimos es más habitual encontrar ejemplares con partes blancas. También hay que tener en cuenta que no suelen verse ejemplares de podencos del faraón fuera de Malta, lo que explica que sea la raza más cercana a sus ancestros egipcios y, por tanto, la menos evolucionada.

 

 

 

Podenco portugués. Podengo como lo llaman nuestros vecinos. De pelo duro y de pelo corto. Los hay de todos los tamaños, aunque los grandes son los que menos abundan. Lo más probable, es que si ustedes buscan imágenes o encuentran algún ejemplar, este sea de tamaño mediano (de algo más de 40 cm) o pequeño (entre 20 y 30 cm). Los medianos se siguen empleando en la caza menor y los pequeños son básicamente perros de compañía.

 

 

 

Cirneco del Etna. Como podrá adivinar el lector, esta variedad es italiana, de la isla de Sicilia y también llegó de la mano de los fenicios. De un tamaño mediano (entre 40 y 50 cm) y un color como el faraónico, aunque, como el canario, también puede presentar partes blancas. Es interesante ver mosaicos donde aparecen representados, incluso en monedas de algunos siglos antes de Cristo. Se le considera muy hábil manejándose en terrenos abruptos, como los del propio volcán Etna. En la imagen vemos un cirneco con su paisano el galgo italiano.

 

Además de estas cinco variedades, se conocen unas cuantas más (aunque no sean reconocidas por la FCI) que comparten muchos rasgos con las ya citadas: terquedad, agilidad, pura energía… Además también suelen ser de color canela, blanco y rojizo, y tener tanto pelo duro como corto. Entre las variedades no canónicas más conocidas destacan: el podenco de Creta, el podenco francés, el maneto y, sobre todo, el podenco andaluz.

 

 
En este video se puede observar un ejemplar de podenca andaluza lamentando no ser considerada canónica por la FCI.

 

Como hemos podido observar hay bastantes tipos de podencos pero, a menudo, dentro de un mismo tipo se pueden encontrar variantes (pelo corto y pelo duro, distintos tamaños, diferentes colores en el manto, etc.), lo que convierte en misión imposible la tarea de afirmar si un podenco es, por ejemplo, canario o pharaoh hound. Al menos, sí dejaremos de confundirlos con los galgos con cierta facilidad y, quizá en un futuro no muy lejano, sería recomendable actualizar la fábula de Tomás de Iriarte y que los conejos se pregunten si lo que les persigue son cirnecos del Etna o podencos canarios.

 

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