Albert y René. Una despedida

Echando la vista atrás a las lecturas de la infancia y pensando en los autores que las hicieron posibles, siempre tuve querencia y simpatía por aquellos que se reflejaban a sí mismos en sus historietas. Se establecía cierta complicidad entre autor y lector y se mostraba la parte creativa del medio de un modo desenfadado y cercano, eso para un crío siempre resultaba estimulante, veías al autor del cómic como a un colega y podías sacar la siguiente conclusión: los dibujantes de cómics no eran estrellas del rock, pero se lo pasaban genial haciendo tebeos, y eso molaba.

Recuerdo al siempre prolífico Ibáñez atado a su mesa de dibujo angustiado por las fechas de entrega y quejándose a Mortadelo del draconiano ritmo de trabajo para poder publicar a tiempo sus aventuras, a nuestro admirado JAN hablando con sus personajes, discutiendo con ellos, incluso mandándolos al mismísimo carajo por evitar que cumpliera su sueño de vivir en paz y tranquilidad dentro de un cuadro del Greco, y por último, recuerdo a René Goscinny y Albert Uderzo sentados en una taberna bebiendo cerveza, paseando bajo la lluvia en un pequeño pueblo bretón o en un café parisino mientras se descojonaban de la risa discutiendo ideas para la siguiente aventura del pequeño guerrero galo de dorados mostachos. Se podía intuir la camaradería y aprecio que había entre ellos en dos simples viñetas.

Jan homenajeando la inolvidable frase «¡¡Quiero ser el Califa en lugar del Califa!!» del Iznogud de René Goscinny

Hace unas semanas nos dejó Albert Uderzo. Con él desaparecía la mitad que aún nos quedaba de esa fabulosa pareja artística que tanto dio al medio de la historieta. Su trabajo con René Goscinny los convirtió en auténticas leyendas de la BD francobelga. Su colaboración, que empezó con la simpática Juan Pistola, continuó con la divertida Umpa-Pah, les terminó encumbrando con Las aventuras de Astérix el galo.  Álbumes como La vuelta a la Galia, Astérix legionario, Obelix y compañía o La residencia de los dioses son clásicos no ya de la Bande Dessinée francesa sino rotundas obras maestras del cómic mundial.

Goscinny era un joven judío parisino de origen polaco que en su infancia y juventud había vivido en Buenos Aires y Nueva York y Uderzo, que nació en la pequeña población de Fismes, siempre vivió entre París y la región de Bretaña y sus padres eran.. ¡italianos¡ Un cosmopolita guionista que apenas pisó Francia en sus primeros veinte años de vida y un dibujante de origen nada menos que «romano», crearon al personaje más genuinamente francés del cómic mundial y, por supuesto, el más famoso. Bravo.

Goscinny era inquieto, hablador, carismático, puro nervio y Uderzo era de natural modesto, afable y no le gustaba llamar la atención. Cuando se conocieron, enseguida se cayeron bien y pronto se hicieron amigos. A pesar de que los dos habían colaborado con auténticos maestros de la Bande Desinee antes de conocerse (Goscinny con Morris en Lucky Luke o con Sempé en El pequeño Nicolás y Uderzo en Las aventuras de Michel Tanguy y Lavedure con Jean-Michel Charlier), fue la unión de ambos la que les inmortalizó en el Olimpo de la BD.  

Las creaciones de Goscinny y Uderzo

En 1955, tras su disconformidad con respecto a la injusta gestión de los beneficios por los derechos de edición de sus obras  y su reivindicación de la propiedad intelectual y los derechos de autor, Goscinny fue despedido y  Uderzo y Charlier tomaron la decisión de dimitir como muestra de solidaridad hacia su compañero y se marcharon con él, nunca miraron atrás. Juntos formaron Édi-Presse, una nueva y pequeña editorial con cierto carácter outsider, cuya primera publicación fue la revista semanal Pilote y en cuyas páginas pronto debutarían Astérix y sus compañeros de aventuras. Alea jacta est, que diría cierto ilustre romano  con hojas de laurel encima de las orejas y a las puertas de la pequeña aldea gala. El éxito fue tan demoledor como inesperado.

Su humor y acidez, el cariño a sus personajes a pesar de la caricatura constante y los estereotipos usados, los anacronismos intencionados, los dobles sentidos, el humanista mensaje de establecer de lazos de amistad entre los distintos pueblos a pesar de sus diferencias,la dignidad y empatía con la que presentaban al enemigo romano y las simpáticas referencias históricas contribuyeron al éxito de la serie pues siendo la favorita de niños y preadolescentes también era, y es, leída por adultos con avidez y disfrute sin prejuicio alguno. La serie no hubiera sido la misma sin el elegante trazo, la composición de página y los magistrales acabados de Uderzo, cuya personalidad, destreza y versatilidad artística impregnaba cada viñeta.

René Goscinix y Albert Udercix

Los diálogos de Goscinny debieron ser peor que un dolor de muelas para los traductores de Astérix, su gusto por los juegos de palabras era legendario. En España fueron Jaume Perich y nuestro añorado y querido Víctor Mora (http://milkbaronline.org/que-es-milkbar/ ) quienes aceptaron ese reto y lograron realizar un gran trabajo, haciendo auténticas carambolas lingüísticas, a pesar de la enorme dificultad.

Con la desaparición de Goscinny, perdimos a un guionista genial con un talento que aún tenía muchas cosas que contar. Hasta el momento de su muerte, la serie no notaba el desgaste del éxito ni se resentía de la publicación continua durante tantos años. A sus 51 años, Goscinny era muy joven aún,  no podemos saberlo pero es de suponer que hubiera seguido escribiendo grandes historias. Es probable que esa ironía que tan bien le sentaba a sus guiones y que tanto le gustaba, se hubiera visto agudizada con el paso de los años, aportando matices a sus argumentos. 

Uderzo se enteró de la muerte de su amigo mientras trabaja en el álbum Asterix en Bélgica. La noticia le dejó destrozado pero era un profesional y mostró su dolor como mejor sabía expresarse: a través de su dibujo. En lugar de hacer una pausa o dejar una nota explícita en el cómic que mostrase su respeto y cariño hacia su compañero, acorde a su carácter fue mucho más sutil, dibujó lluvia en la página en la que estaba trabajando cuando supo de la fatal noticia, lluvia desde un cielo que no caería sobre la cabeza de René sino que lo acogería en su regazo. En el resto del álbum, hasta finalizar la aventura, un cielo despejado pero totalmente gris reflejará el estado de ánimo de Uderzo y contrastará con el cielo azul y despreocupado del comienzo de la aventura.

Lágrimas en el cielo despidiendo al guionista caído

En los álbumes que siguió publicando en solitario a lo largo de los años, y como muestra de respeto y afecto a su amigo, Uderzo mantuvo el nombre de Goscinny en los créditos de todas las aventuras del pequeño y astuto guerrero galo, incluso creó a un personaje con los rasgos de su amigo en el álbum La odisea de Astérix. Tras Astérix en Bélgica, los siguientes álbumes serían publicados por una nueva editorial fundada por Uderzo bautizada como Álbert-René Éditions en homenaje a su amigo.  Antes de tomar la decisión de continuar con la publicación de nuevas aventuras del galo, ya sin su guionista original, habló con Gilberte Goscinny (viuda de René) para preguntarle si estaba de acuerdo y daba su bendición al proyecto, aunque al ser coautor de la serie no tenía ninguna necesidad de hacerlo.

Un detalle de la buena relación entre ambos artistas  y del afable carácter de Uderzo es que, si bien en los sesenta y setenta lo normal era que, a partir de cierta cantidad de ejemplares vendidos,  el dibujante recibía más dinero que el guionista  por el trabajo realizado, Uderzo siempre dejó claro que las ganancias debían repartirse de la misma forma entre los dos, pues el éxito de la serie era gracias a la combinación de ambos.

A Uderzo se le recordará por Astérix, claro, pero aunque asociamos su trazo a ese tipo de dibujo más caricaturesco, fue un dibujante increíblemente versátil. Podía pasar de dibujar en un estilo humorístico a un estilo «realista», era un maestro reflejando todo tipo de gestos en los rostros de sus personajes, dibujaba la arquitectura de cualquier época como nadie, era un gran entintador y su nivel de producción no tenía igual en la industria francobelga, su trabajo apenas se resentía por las exigencias de las fechas de entrega (al igual que otro gigante de la historieta, Jack Kirby).

Uderzo, a diferencia de su colaborador y amigo, tuvo una larga vida, aunque llevaba ya varios años retirado cuando esta llegó a su fin a los 92 años de edad. El día de su muerte tampoco cayó el cielo sobre nuestras cabezas (nos hubiera pillado a todos en casa), pero si llovió en París, como si Goscinny desde donde le estuviera esperando, devolviera el homenaje a su amigo caído. Quien sabe si ahora mismo, juntos de nuevo, en una vieja taberna y con una jarra de cerveza en la mano, dándose golpes de afecto en la espalda mientras estallan en contagiosas carcajadas, estos viejos compinches traman nuevas historias y elaboran sus gags y diálogos a la vez que algún despistado, al pasar por su lado, les observa pensando «Están locos estos artistas del cómic».

Descacharrante Brainstorming

5 comentarios

  1. Muy buen artículo! y muy bien cerrado. Una pena pero la vida sigue, y lo últimos libros de Asterix ya con dibujo de Conrad y textos de Ferri, no están nada mal.
    Un saludo!

  2. Que historia tan bonita. Sin duda, lo que más me llega leyendo este artículo es lo entrañable de sus protagonistas. Cuanto amor y empatía. Leyendo este retrato, me encajan perfectamente en el mundo real los personajes e historias de Asterix y Obelix. ¿Cómo no iban a ser tan queridos?❤️❤️

    • Gracias por su comentario Rogers. Cualquier obra guionizada por Goscinny es tentadora, pero cuando vuelva a mundo de la BD, antes tengo pendiente escribir sobre otro cómic cuyo guionista se nombra en este articulo: ¡El teniente Blueberry!

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